22 sept 2013

Frío. (II)

Me he estado comunicando mediante símbolos, he estado compuesto por estancias de humo; he estado, por fin, sin ningún padecimiento. He sentido la soledad que merezco, y me he paralizado al momento de escribir queriendo expresar lo que siento, golpeando el suelo del escribir por escribir mediante la experiencia que es, sin preámbulos, una vil y minúscula mierda.

Y he pensado en que he sentido el querer creer que quiero sentir la necesidad de tener a alguien a mi lado, sentir un romance correspondido con la idea de que nunca será funcional, de que nunca será.... he pensado en tener fe en mi locura creyendo que con un beso de ella será suficiente para regresar a la estabilidad que alguna vez me permitió permanecer. He estado escribiendo en una subjetividad poética, contradiciendo mi escepticismo, en el que 'escribir por escribir' se diluye en un concepto remoto al del 'arte por el arte'.

He tomado sin consideración alguna en mi salud mental y, sobretodo, física, corporal, fisiológica.

Recuerdo lo que soy el día de extrema soledad; recuerdo lo que decidí ser antes de corromperme por mi propia necesidad de ser diferente siendo diferente, recuerdo que lo que la prisión romanticista ha intentado imponer en mí me ha llevado a imponerme reglas de comportamiento social, y yo no soy así.

La maldición del poeta estrecho, todo sin querer, casi sin querer estar. Y regreso al estar corrompido...

Pintura tendida, entre la saliva de las cenizas malolientes que me atormentan antes de soñar; y explorar los infinitos, los imposibles, los remotos adyacentes del concordante parecido a la hormiga silente. Perdón si el laurel no recibe retroalimentación, perdón si el caudillo es solo un instante. Perdón si se piensa, si piensas, que la nota suicida tiene corazón, corazón loco, con querer enamorarse de aquella belleza, belleza que sostiene de telarañas confusas ante mi realidad.

Que se convierta en mi diario, en mi desdén complacido, en mi solitario partir constante al urgir fantasmas, en el estar para no ser y, por lo tanto, en el cliché que me convierte en mis ganas de ser escritor.

No soy escritor; no soy dominador, pero si soy dominante. No soy amante de lo humano; no soy mortal, pero si soy indestructible. No soy misericordioso; no soy estricto en principios, pero si soy fiel y leal ante la idea pasional para seguirlos hasta la muerte....


Y hasta la muerte.


He seguido lo que soy, sin saber con certeza lo que soy, porque no soy nada; sin el independientemente de los adjetivos. El buscar quién soy, conociendo mi proeza... La odisea húmeda de placeres, aquellos placeres con los que no me rendiré al momento de someterme ante lo que soy dispuesto a rendirme.

Y me rindo, no necesito pero necesito. No quiero nada porque lo quiero todo. Y el cenicero desdicha el desacuerdo de búsqueda sobre lo que la aspiración pretende descansar ante el sentarse y con alcohol pensar que éste podría ser el último día de mi vida... Para que la soledad me siga acompañando, sabiendo que a nadie le va importar un carajo el hecho de que yo considere mis escritos como una prótesis de lástima y que considere el hecho de que por escribir mi lástima se escatimara en la estadística entre los lectores.

Nadie lee porque no quiero que nadie me lea... Queriendo que todo mundo lea... Porque estoy solo, o con Soledad, mi amor único e irrepetible...

Mi amor para siempre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario