22 may 2012

Robles y Manzanas


Sin embargó no cayó en la indecencia…
Cenizas, sin remordimientos, observándola como un buen cenicero improvisado, educado y valiente. Ella miró incrédula el espejo colgado en el cuarto imaginario de sus escapes del alba incandescente, no sabía que sucedía al contar aquellas estrellas mensajeras.
Cantaba y callaba, como las sombras amigas, los vecinos queridos y las creencias rotas. Se encontraba sola entre una multitud de gente aparecida como imagen de solitarios necesitados, hologramas…
Como buena imaginante de la locura, llamó a la enfermera; no soportaba más no soportar lo tanto suyo, era divagante, de ojos rendidos, de cuerpo en el olvido pero resistente al tiempo y al descuido. Se dejaba llevar por corredores cubiertos de enredaderas verdes que colmaban su implacable desvelo. Ella tomaba el café a las 6 de la tarde, pues no solo creía que ser oveja era despreciable, sino que también a horas tempranas seguía entretenida en sus viajes astrales. Vestía de tela y plástico, vestía su propia piel en invierno y plumas de ganso en pleno verano ardiente. Era la rebeldía de la naturaleza y sobretodo, rebelde al hecho de que nació queriendo ser mosca, odiada por astuta y no por sucia.

-Hazme tu magia, Leonora, que quiero espiar los deseos de uno que otro perro callejero al dormir.

Leonora, de elegancia que contagiaba, de cuerpo radiante pero de rostro que se olvida, mulata de Veracruz, estudiante de neurología. Ya encontraba demasiados embrollos sociales en su tiempo y auge universitario como para buscar en un manual las dosis, puso a María a dormir…
Experta en viajes somníferos, visitó una extrañamente familiar pero desconocida y peculiar isla. Perdida, contaba las huellas al voltear al inmediato pasado, arena rubia, un mar que le recordaba a napoleón. Lo único curioso, fueron sus bosques de robles con manzanas de oro en sus ramas. “¿Sueño, sueño, sueño? ¿He descubierto la Isla del Edén? ¿Dónde estoy?”. Sin dejar de desenredar violentamente su cabello, arrancando pequeños pedazos de vez en cuando, exploró la isla, misteriosa, inhabitada excepto por su nostalgia. Por su puesto, a su edad, la carcomía la idea del amor nunca encontrado en su vida como La Loca de la que tantos alegaban como bruja, clarividente, esotérica perfeccionista. Solía gritar a media noche solo para molestar a los santos de Zaragoza, maldiciendo a la vida, blasfemando barbaridades religiosas, solía publicar sacrilegios sin vergüenzas al aire libre en el esfuerzo de su vientre apoyado en el marco de la ventana de su dormitorio, de una playera larga y blanca que apenas alcanzaba a esconder hasta la mitad de sus muslos.
Despertó dos días después, atolondrada, con un fuerte dolor de cabeza y de mal humor, llamó a Leonora de muy mala gana, así mismo respondió la pobre y descuidada enfermera que se había excedido por mililitros en la dosis, pero sin exceder su confundido desahogo de circunstancias y dolores encontrados. Sus penas terminaban con el consumo de un cigarrillo en la alcoba en el pequeño anexo de descanso para empleados, donde solía pensar acerca de su extraña y confundida vida. Eran mujeres difíciles en tiempos difíciles, que convivían en el mismo difícil, muy difícil hospital psiquiátrico.

– ¡Estás Loca! 
–Desquiciada intérprete de tragedias. ¡Ya sé que estoy loca! Si no lo supiera no estaría llamándote y tú no estarías recibiendo el salario que te da de comer. Deja de quejarte y dame una aspirina.

Si reinó el silencio, las palabras hirientes de María formaron un parlamento. Aunque no era la primera vez que desquitaban sus augurios en la penumbra de sus tensiones, Leonora sintió algo más que desprecio: Pudor y vergüenza.
Y aquella monarquía permaneció de pie hasta un domingo por la tarde, cuando María tomaba el té, los domingos, casualmente a las 4 de la tarde, Leonora entró a hacer la cama, la observó fijamente a los ojos. “¿Qué?”. Volteó la mirada aquella mulata de telas blancas, con un rostro de pinta intimidada. María noto un doblez en su usual desgracia expresiva, lo cual la sorprendió, le preguntó, inusualmente interesada, por quién era la causa de su dolor.

-¿Qué te importa? Dedícate a tragar esa porquería. Déjame trabajar en paz, al fin y al cabo así me pagarán lo que me da de comer, ¿no?
-¿Qué te cargas? ¡Si no he sido ofensiva! Duerme, ¡coño! Consigue un novio para tus desgracias.

Leonora rompió a llorar, fue en ese momento en donde María descubrió la ausencia de vello entre sus cejas, la ausencia de barros y de puntos negros, la ausencia de resequedad, esa ausencia de la horrenda descripción de su rostro que María se había planteado desde que la conoció. Y es que desde el momento de aquella mañana que le dedicó las palabras irritables, no se había atrevido a verla a la cara, durante casi cuatro semanas, hasta ahora, que notó un gran y grato cambio. Osó verla durante unos segundos antes de reaccionar.

-Pero, ¿Por qué lloras? Un consejo y rompes a llorar como si te recordara un querido difunto.
- ¡Si no me conoces! Deja de contaminar tu poca cordura a las personas que te rodean y deja de ser tan hija de puta, carajo.

Siendo de edades casi gemelas, María desarrolló su trauma por ser vejeta cascarrabias desde que sus padres la echaron de la casa del barrio de gente rica, debido a su obsesión por blasfemar a media noche y despertar a los vecinos multimillonarios. Fue criada por su abuela, de quién adoptó sus costumbres junto con la mentalidad de siempre ser una mujer madura y mayor de personalidad para que nunca la hicieran sentir alguien menos.
Guardó silencio durante un momento, confusa. La pobre enfermera acomodaba la almohada y María agachaba la cabeza viendo fijamente su rostro. Cuando sintió que caía reincorporó la postura a la dama elegante cuando tomaba el té en la mesita de vidrio de dos sillas con bordes metálicos dorados y adornos barrocos al mismo tiempo de Leonora volteaba a verla después de notar de reojo su movimiento brusco, aun sollozando, pasando su mano por sus mejillas para limpiarse las lágrimas y volver a su trabajo.
“¿Es qué he sido demasiado dura el día de hoy? Si siempre he dicho cosas peores, ¿Acaso recién terminas de una relación?”. Volvió a verla con desprecio, la enfermera.

-Bueno que se ha convertido en loca otra persona joder. En verdad has ido muy lejos Leonora, no has sido capaz de fomentar en ti la tranquilidad suficiente para que ese corazoncillo tuyo despierte.
-Si dejaras de velar por tus incomodidades íntimas buscando alguna forma de ponerme afrentas para seguir alimentando tu ego tal vez me sentaría a platicar contigo, algún día, tal vez me siente a tomar el té contigo.

Terminando de pronunciar aquellas últimas palabras rindiéndose por el llanto una vez más, regresaron sus ojos a la vista de la segunda almohada acabando de ponerla en su lugar. Inconsolable, dejó los fármacos en la mesa del tocador que combinaba con la mesa del té.
María, atónita, siguió la silueta de Leonora con la vista dejando la habitación, con la boca entreabierta, su taza en la mano derecha y el platito recostado en la izquierda, con las piernas cruzadas como señorita burócrata de algún palacio de llanura. Cerró la boca girando el cuello hacia la cama preguntándose que sucedía en la mente de la muchacha enfermera, con los ojos bien abiertos continuó bebiendo elocuentemente su té, sin despegar su óptica asombrada de la impecable cama.
Los días para María eran rutina que no la cansaba, porque en sí no parecía rutina. Dormía entre diez y doce horas, despertaba para beber el té una hora después de abrir los ojos, para comer sopa y filete con su diario Chateau du pape y de sobremesa cerveza mexicana,  para devorar páginas del canon literario europeo, para tomar café  leyendo, para ir al baño con libro en mano, para practicar yoga en su terraza, para dedicar el resto del día meditando ahí mismo tomando oporto Trebujena y una cajetilla de Treasurer Black en la mesilla a un lado de su camastro. Todo eso, le tomaba entre once y doce horas.
Desde que entró al Centro Neuropsiquiátrico Nuestra Señora del Carmen en Zaragoza, hace tres años, a los veintidós, se dedicó a disfrutar de su limitada vida. Sin olvidarse de los lujos y de su inmensamente millonaria familia, cada semana surtía el chofer de su padre los vinos, la carne, los libros, los postres, los aperitivos y las cajetillas de cigarros. Todo lo demás, como el papel de baño, la sopa, el té y el café se lo brindaba el hospital. La ropa nueva llegaba cada seis meses, cortesía del socio ejecutivo de su hermano mayor, creía que estaba enamorado de ella. Su hermano era dueño de un periódico que circulaba por toda España. Su padre, Antonio, estaba jubilado y retirado en Costa del Sol, su madre, Carmen, había muerto seis meses antes de que Antonio Jr. su hijo mayor recibiera el control  de la empresa periodística de su padre.

Leonora era descendiente de una familia también bien adinerada, sus padres, Leonora y Alberto habían pagado sus estudios en Cuba para Neurología después de perder a su hija menor, Guadalupe. Más tarde fue enviada a España para ejercer como enfermera. Eran católicos devotos y se dedicaban a la medicina. Su padre Alberto era cirujano plástico de un famoso hospital en la ciudad de México. Su madre era la Ortopedista de las estrellas. Su hermana menor tuvo la mala fortuna ser secuestrada y asesinada por la mafia, el negocio de su vida a cambio de 100 millones de pesos no apaciguó los corazones de los temibles hombres de tatuajes y espada, de polvo y prostitutas.

Pasaban las semanas y a María le cambiaban las impresiones de su cuidadora, “¿Dieta?” se preguntaba una madrugada, “¿Pilates?” se preguntó una tarde. No cabían más dudas en su sobre-desarrollada madures y optó por preguntarle directamente a Leonora. Un sábado, que entró para el proceso de diario, como diario a las cuatro de la tarde María abrió la boca después de ocho semanas.

-He ya joder que ha sucedido con tu vida háblame.
-Es solo que me cansé de ser la que era antes, pero tengo la misma personalidad de siempre  así que no trates de arruinarme el día esta vez ¿Vale?
- ¡Yo no he dicho nada! Te veo más….

Leonora la miró tras la pausa, recorría un pasillo de incertidumbre una vez más, por culpa de ella, la loca, siempre por culpa de ella. Sintió ese calor de duda naciendo desde sus rodillas usando su nuevo y sensual cuerpo como peldaños hasta que esa cálida brisa de impaciencia alcanzó sus cabellos brillantes y sedosos.

-¿Más qué?
-Más… ¿Estás enamorada?

Otro momento pionero en la vida de las dos muchachas en el Centro. Leonora se limitó a regresar a su trabajo con una sonrisa retenida por la gracia del interés de aquella anciana de veinticinco años. El asombro de la bruja no se dejó hundir por la miseria en sus pensamientos, pero tampoco surgió como explosión cósmica de furia incontrolable, esta vez se controló.

-¿Es que mis preguntas son graciosas, Leonora?
-Tú eres muy graciosa, María.
-¿A qué te refieres? ¿Tengo cara de simio tomando el té acaso?
-No…
-¿Nunca podrás decir más de dos palabras como respuesta a mis dudas?
-No… María, no tienes cara de simio tomando el té. ¿Ya?

Aquello terminó junto con una risa tímida, miró a María riéndose, riendo mostró ternura en su mirada coqueta, riendo colapsaron años de tensiones que durante la estadía del señor tiempo en sus hilos eran irrompibles. No más.
Ahora la risa fue emitida por la confusión de María, quién se tapó rápidamente la boca dejando caer la taza y el plato al suelo. El ruido fue tan sordo y los miles de pedazos de porcelana se convirtieron de plumas, el sabor que ahora se fusionaba con el polvo frío del mármol solo fue como cualquier otro rocío matutino de los parques olvidados por el raciocinio. Se desdoblaron las tornadas piernas y se levantó la cabellera azabache que solía robarle las miradas a la mujer de blanco. Volaron cientos de monarcas que dormían plácidamente en los estómagos de aquellas dos bellezas. Hubo una pausa. El puente entre pupilas era de acero, los labios y los dientes se acariciaron, los puños de cobardía se cerraron con fuerza, las puntas de los pies se encontraron, se electrificó el desierto moreno de sus espaldas esbeltas.

-Nueve semanas, María…
-Nueve semanas, y no más de dos palabras como respuesta a mis dudas, Leonora…

Un corto paso seco de su platonismo secreto alertó el libido y la emoción de la enfermera enamorada, como su suerte, que había sido escuchada por los Dioses. María no encontró más respuestas en el llano de su incertidumbre, era ella. Ella, la que nunca abrió los exquisitos labios carnosos de su colmada existencia. Ella la de los miles de aciertos en la atención de la decencia.
María, otra loca más, que encontraba la luz de su obscuro padecimiento, no era una dieta, no eran Pilates, aquella loca, estaba enamorada.
Sin embargo, no cayó en la indecencia.

En un suspiro Leonora había desaparecido de la habitación a paso veloz. María se sentó, esperando a que quisiera esperarla. Esa noche, contenta, le escribió poemas al cielo estrellado que se asomaba a su alcoba desde la terraza donde descubrió que no había sido otra isla cualquiera, aquella de los robles y manzanas de oro, recordó poesía. Recordó a Safo, y entonces Zaragoza se convirtió en océano, su calle en aquella arena rubia, del mármol se levantaron verdes pastizales y su mesa de té ya estaba erguida con la fruta dorada en sus ramas. “¿Sueño, sueño, sueño? Fue un viaje más, aunque no me fui a ninguna parte.”

Regresando de su perdidas neuronas embriagadas de sonrisas, despertó un domingo a las tres de la tarde como diario, se levantó como diario, se bañó como diario, pero como diario, jamás tendieron su cama, en ningún momento. Entró en pánico creyendo que aquél pánico no era de ella sola. Tomo su té, su café, su vino, su  Trebujena, leyó sus libros, se ejercitó, meditó, pero sola. Entonces sintió esas doce horas. Sintió las milésimas de segundo en el aire, sintió un año entero sin cambios de luz en el espejo.

Durmió sin una sola dosis de nada, viajó buscando a su amada y a su secreto de feminidad, incluso trató de regresar a Lesbos, entre diez y doce horas no saltaron frente a sus ojos aquellas sensuales piernas, aquellos ojos veraniegos, aquellos labios irresistibles, ni aquella sin cintura, ni aquellos senos firmes, ni si quiera un cabello. Despertó sin ilusiones, su rutina fue tediosa, su energía se cansó, sus sonrisas fueron guardadas en el cajón del tocador. Y pasaron otras doce horas, como la miel que corría de la cuchara de bronce hacia la nueva porcelana traída de Shanghái.

Lunes, sin sorpresas. Cuatro de la tarde, sin sorpresas. Cinco de la tarde, sin sorpresas. Seis de la tarde y ruidos en el pasillo. Siete de la tarde, nostalgia y corazones de papel en el vidrio de la ventana. Ocho de la noche, un minuto, tal vez dos, tal vez negros, tal vez grandes, tal vez viejos.
Se recargó en el barandal de sus madrugadas, se recargó en sus propias lágrimas, se recargó una vez más, en aquella maldita incertidumbre de la cual ya he escrito es estas palabras.
Doce para las nueve y tres golpecitos en el marco de la puerta…

-Pedí mi cambio de turno, trabajaré en las noches, ayer me quedé dormida mientras te soñaba absorbiendo mis respiros que danzaban al ritmo de tu cigarrillo.
-Y yo como bruta, desesperada e indefensa…

Entró a la alcoba sin peros, sin muros, sin dudas. Y regresaron las Monarca. Y regresaron los puños ardientes en deseo. Y regresaron los pequeños pasos. Se adelantó a dos centímetros de su rostro, sin detenerse. Los volcanes quemaron las gardenias, las sábanas emprendieron el vuelo al Olimpo.
Leonora no volvería a tender la cama de aquél dormitorio, jamás en su vida…
Robles y Manzanas. 22/05/12


19 may 2012

Nota Suicida


Carta de Despedida, Carta de un Suicida.
Aquél de éstas letras es el mismo responsable de porqué están escritas, sus propios recuerdos.
Y recuerdo como mis neuronas eran torturadas. Recuerdo como mi estómago implosionaba. Recuerdo sentir hervir mi poca cordura y mis sienes. Recuerdo que sería el último recuerdo de mi existencia.
Sentí la muerte y el arder de mis puños, se cerraban los ojos fuertemente y que se repetían en cinta los gritos de una loca señora que no dejaba de herir mis oídos, mi futuro, mi pasado, mi presente, no dejaba de detonar el principio del final.
El mismo nihilismo de una mujer me ha llevado a la muerte. Así, después de años soportar sus ataques de ansias, mis errores se convirtieron en mi ébola, me rendí.
No me soportaba más, no era pura depresión, sentía que no servía de nada, si algo no sirve de nada, se bota, lo inservible es basura.
Si no era capaz de mantener unos estudios y una mujer feliz y mucho menos un nivel económico estable entonces ¿De qué servía mi persona?
No obstante, seguía de pie, sin sentido, ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para calmar mis ahogadas entrañas en llamas?
Necia, terca… Por necio, terco. No quería hacerla sufrir más, no soportaría volverla a ver enfurecida, maldiciendo mi nacimiento…
Si bien era bondadosa, alegre y divertida, era también bipolar.
En una buena racha lo único que buscaba era un pequeño y minúsculo error insignificante para adoptarlo, alimentarlo, fortalecerlo y ayudarlo a crecer para convertirlo en un monstruo devorador de cerebros y de ilusiones.
Y al caso contrario, en una mala racha, exigiendo una perfección inmediata, buscaba un pequeño y minúsculo paso derecho para adoptarlo, alimentarlo, fortalecerlo y ayudarlo a crecer solo para tener de excusa de que creía que la perfección ya estaba alcanzada, aunque ese paso derecho haya sido arrebatado de la buena racha quitándola de la única base que tenía yo para saber que sí podía hacerlo mejor.
Sin mirar atrás, desatándome del pasado, continuaba mi camino, y empecé por actuar para mí mismo, sin importar opiniones ajenas, sin importar el destino, fue entonces cuando aquella mujer se dio cuenta de que debía darme rienda suelta en mis asuntos sin quitar esa exigencia a mi desempeño divino o esos ataques de ira a mi desempeño infernal.
Ahora tenía que conseguir de algún modo, de algún lugar, dieciocho mil pesos, una suma exageradamente enorme, yo, un muchacho de diecisiete años ¿Cómo lograría juntar ese dinero en menos de doce días?
Y pensé en miles de cosas, en prostituirme, en vender mi cuerpo como esclavo temporal sexual.  En vender una buena parte de mis pertenencias, vendería prácticamente todo, menos mis libros. Vendería mucha ropa, algunos muebles, mi colchón,  mi grabadora, mi cuerpo, mi cabello…
Ofrecería servicios, demás de los sexuales (Dejé claro que para mi no hay ningún problema, mientras siga siendo esa esencia de mujer indispensable), como regar jardines, limpiar casas, cuidar niños –ése sería un problema- O cualquier otro que me pidan.
De no haber encontrado una solución, me encuentro en este momento sin vida, acostado con una sonrisa en mi cama, sabiendo que acabó el sufrimiento y ésta bendición de vivir maldita por el hecho de que soy un ser humano.
Hoy he muerto, dieciocho de mayo del año dos mil doce, debido a que no era factible el hecho de que cargaba mi cuerpo con mi existencia, convirtiéndome en un joven que solo servía para hacer amigos y hacer maldades.
Dejo aquí mi aborrecible materia humana, para embarcarme en un viaje, otro, éste sin espinas, sin hielo en el cual resbalar fácilmente, sin un fin y sin un principio. Dejo este mundo para quitarme de sus vidas, lo cual no es un acto egoísta, si no todo lo contrario.
Todo este embrollo por darme cuenta que no alcanzaría tal suma de dinero en doce días. Y me di cuenta de eso no por abrir los ojos, pues ya los tenía bien abiertos, si no porque nunca fui el hombre que aquella mujer quiso que fuera.
Siendo yo la misma causa de ésta carta, siendo mi madre la gota que rebalsó el vaso.
Dejo todo a mi compañera Martina, para que lo done a orfanatos, incluyendo mis preciados libros, y le hecho de que la amaba y que nunca dejé de amarla, desde el día en que me di cuenta que era imposible… Los poemas están en la repisa de éste dormitorio.
Ojalá no nos veamos dentro de un tiempo en la otra vida, ojalá ustedes si alcancen la divinidad del paraíso en el cielo, donde pertenecen, en especial mi madre que sufrió tanto por mi causa.
La única lección que podría darles, sería que no hagan lo mismo que yo, no sean como yo, no vivan como yo lo hice, y si no lo logran, no se rindan como yo lo hice, si lo hacen, no se quiten la vida como yo lo hice, y si lo hacen, les tendré un lugar apartado en el Infierno para compartir las anécdotas de nuestras desdichas y dolores, como fue nuestra desdicha estar allá arriba desde un principio.
Hasta pronto.
Con amor, respeto y admiración.
Manuel González Robles, amigo y servidor.

17 may 2012

TRECE



-Deja me meto a bañar sale? -Ok te espero… - Me observó como toro y luna, confundida expresión a la cual respondí con una todavía más confundida mirada, pregunto LA pregunta. Procesaba mi lujuria el número doce y todos sus factores. Saltando de rincón a rincón de mi propio morbo y sentimiento, sentía algo por ella. DOCE, quemando flores y sembrando en sus restos un amor, danzaban mis dientes, no podía creerlo… La última vez juré que sería mi última vez, las demás serían encuentros con mi libido, solo eso, sentía haberme despegado de un pasado, de una frase de nostalgia a lo que nunca fui… Preguntó como si naciera lo insignificante en lo que nos faltaba a nosotros como descontroladas mentes sublimes. Temblaba, prediciendo lo impredecible. --¿Vienes o no?- …
Me condujo por una diagonal, entre letras caminamos, ella tomaba mi mano, iba al frente, halando mi experiencia y al mismo tiempo mi no preparada existencia, ¿Será posible? Recorría kilómetros de distancia en una sala de 8 por 6, respiraba mis sobre-esforzados pasos a 14 km por hora, recordé que no recordaba porque estaba en ese lugar y es que desde un principio inexistente nunca fui informado, ¿Ángel, fantasma? Llegamos al final de la sala y ya transpiraba las mariposas que jugaban en la boca de mi estómago, volteaba la mirada con una preciosa sonrisa coqueta dibujada en su rostro. Y es que ¿Cómo re-escribir repetidamente y una vez más lo nunca escrito? Su cabello castaño oscuro rozaba el codo de su delgado brazo izquierdo hipnotizándome al ritmo del vaivén de su cadera, el suelo de madera rechinada mis deseos incontrolables de controlarme, dando pequeños brincos ya que no iba a su paso. –Contrólate, o me descontrolas. Que adorable risa, despertó mi valor, después de alcanzar su costado, fui yo quien atravesó la entrada del baño, pequeño, de azulejos color crema, aún en diagonal, el lavamanos a mi derecha y unas cortinas tangentes a mi inmoderada emoción. Se abre el telón, ahí estaba la tina, esperando como pintura romanticista, se mojaron las orillas de pequeños puntos negros y todo cambió, entramos en trance, nos besamos y nos recostamos…
Y las gotas eran besos de fantasmas que bombardeaban nuestros cuerpos ambos siendo uno el enemigo mas hermoso del universo, sentía un punto G en cada rincón de su cuerpo, la luz a nuestras espaldas observó como nacía una sola sombra, un sólo placer, un sólo momento, una sola bañera… Y mas de 3 orgasmos…
Se escuchan suspiros, se escucharon el gemir ardiente de un cuerpo en sintonía con el agua y su música, se escucho en medio de la conmoción una melodía que enloqueció mis oídos… -Te Amo…. En adelante nos dedicamos a enjabonar nuestra escultura, entre risas y sonrisas, entre diálogos sin palabras. Se cierra el telón, dos toallas. Después de secarnos, le ayude a vestir, después de caminar silenciosamente hacia su dormitorio al salir y a la derecha, una falda, una blusa y un recuerdo. Nos vestimos de sonrisas y suspiros, de deseo y lujuria, de pasión y de amor, sobre nuestros cuerpos desnudos neurología recíproca, y pues solo eso, estorbó, nos tiramos a la cama… Hicimos el amor por primera vez, después de encender el sol, aquella velada del 6… Yo tenía 16 años, ella tenía 19…
Ya recostados y descansados, intercambiamos miradas, disparos mente-alma y viceversa. ¿Acaso estaba mi cuerpo empezando a existir? ¿Se acabaría la racha de presencia transparente?… Y soñando despierto, sólo estaba ella, acostada, sensual, irresistible…
Me sentía parte de un universo desconocido, me sentía parte de un final y parte de un principio próximo. –Te Amo. Le dije, sin resistir, y otra sonrisa iluminó su rostro, sus manos acariciando mis mejillas, se acercó aún más, regalándome un beso, regando los cultivos de un sentimiento en futuro, un tiempo desesperado en donde y cuándo llora en alegría lo que siempre debió haber sido, en cualquier porvenir, íbamos a estar juntos…
Por segunda vez, pero ésta sin tercera subsecuente, nos vestimos individualmente. -Quetz… -No… -Al verme sin ti justo después de contigo se retuercen las grabaciones mentales y se distorsionan por años de diferencia… -Te empiezo a sentir, sintiéndome loca por ser una entre multitudes que carecían de tu manifestación; Hoy, ahora, después de doce veces de vernos a solas, ¿Te tortura la loca idea de la nostalgia previa? Aquí estoy, y tú serás revelado, te sentiré… No te dejaré en éste punto. Nos besamos, nos amamos, por doceava ocasión, en hora gemela, en espacio gemelo. Comenzaba a presenciar la mortalidad…
Dormimos juntos, momento pionero en mi tiempo de mi inexplicable vida. Al despertar, alcancé el bolsillo y nos abrazamos, presos de la primavera. –Como es posible que nunca te haya conocido, no es posible, es imposible, muy diferente, sencillamente me siento amándote, te amo sintiéndote, dejemos atrás los enemigos de la melodía, olvidemos los retratos viejos, reclamemos lo nuestro al universo… -Tú eres imposible. Me dijo, levantamos risas, lidiamos con el cantar de la indecencia, si importar la facilidad del amar, la suerte de la canción alcanzó la función de tonos menores, enredamos nuestro mundo con la aparición de una trova pariendo corazones…
Encapuchamos el momento, difundimos en una sociedad de dos personas, un estribillo de ojos observando el brillo, interpretamos pensamientos en besos, construimos una torre de delirio, dejamos huellas en la historia, nuestra historia. Una cobardía se quedó en un rincón, una mujer fugaz, prácticamente irreal, un reloj de tiempo sin tiempo, ha muerto todo lo demás, llegó la medianoche y volvimos a cerrar los ojos, vimos despertar un sueño, desempolvamos blancas poesías desnudas. Nos levantamos al unísono, creamos el canon interrogatorio del dibujo solitario entre los volcanes, nos cambiamos de ropa, la moda de pedir la mano salvó nuestra desnudez. Salimos a una calle de un barrio lejano, caminamos sin mover los pies, ahora es cosa nuestra, ahora creamos el amor, ahora es ahora nuestro momento, momento de un año. -¿Y qué se puede hacer? Nací sin nacer en vida, sentí tus manos y olvidé los sermones de las manecillas locas, no vimos más distancias de dichas hermosas. –Sólo camina a mi lado y enamórate del amor que profesa nuestro querer el final de un viaje que nunca realizaste. En solo un segundo se fueron muchos segundos por venir…
Los invencibles vientos iban destiñendo las pocas fotografías auto-retrato, la única teoría factible de que yo era real, se esfumaba, me veía desaparecer, no era mi destino tener un destino, ser conocido, ser tangible, ¿Por qué entonces solo con ella? Por una vida entera de sensualidad y exquisitez, ella cumplía veinte, yo cumplía mi condena, tenía que partir, y en sus ojos se desató una tormenta de nubes blancas, dos lunas y demasiadas lágrimas, ya había empapado la almohada de su verdadero dormitorio, había despertado. Al llegar el doctor, sólo pudo decir la última frase digna de una epopeya, honorable luz de trece días, un sueño tan inverosímil como mi última muerte, una silueta semejante a la adoración besable de lo que nunca fue, piedras frías sobre la espalda, joyas filosas entre el corazón y la tierra, no más que temporalidad… -No has mejorado, tranquila, yo te voy a cuidar y te voy a curar… tranquila… tranquila… -Electrochoques listos doctor. -Bien, preparen el cuarto de sueño al terminar…
Quetzalli solía ser su nombre…
Pasado inexistente resulté ser yo…

TRECE.
-CenizaDeGardenia…
12-13/05/12

No sé porque no soy lo que sé


Viéndome dentro unos años, ¿Qué seré? ¿Nostalgia? No, no quiero regresar el tiempo, tampoco quiero envejecer, tampoco quiero ser eternamente joven… ¿Morir?
Cuenta regresiva sin tiempo, en tres, dos, uno…
¿Pero cuánto me falta? ¿Cuánto me queda? ¿Décadas, años, meses, semanas, días? … Y, ¿Si muero mañana?
No es un problema existencial, no es una crisis de identidad, no aparezco, no estoy, simplemente existo. ¿Existencia? Ha! ¿Problemas filosóficos? ¿Vida? ¿Demasiadas preguntas?

Había una vez, un joven escritor, él tenía en aquél entonces diez y siete años de vida, recién cumplidos. Un día, aquél joven se cansó de escribir cursilerías en su computadora, se cansó de escribir poemas o reflexiones, se cansó de creerse lo suficientemente culto, sabio y filósofo como para seguir escribiendo estupideces acerca de lo en realidad importa en este universo, la VIDA.
Así pues, el muchacho, teniendo a la mano un dispositivo móvil en ese entonces “de moda”, comenzó a escribir en él, su error fue creer que sería un éxito, teniendo en cuenta de que nunca nadie había escrito algo parecido. También erró al creer que lo escrito era bueno, eran tonterías sin sentido. Se dio cuenta entonces que su vida no tenía sentido, al igual que sus palabras y sus pensamientos.
El muchacho trataba de escapar de aquella crisis presumiendo su escrituras, mas nunca dijo que era buen escritor, tampoco que era bueno lo que él escribía, sin embargo lo creía, hasta que abrió los ojos y comenzó a leer en su aparato “de moda”, no tardó mucho en descubrir que lo que había escrito era una porquería.
Entonces decidió escribir su primer historia ficticia, le gustó, dedicó dos días en terminarla después de que se inspiró, he aquí un breve resumen: Un jueves de madrugada, cuando casualmente escribía, se le ocurrió subir unas imágenes de arte erótico a uno de sus blogs, escribiendo en cada una de ellas una pequeña parte, en orden, de una pequeña tragedia amorosa. Al día siguiente, un viernes, después de recibir a sus amistades y después de enseñarles su pequeña obra, supo que podía escribir más, extender esa minúscula tragedia de media página, lo hizo, convirtiendo su creación en una bella porquería de tres páginas.
-Chulada de porquería! Pero que soberbio soy! Soy increíblemente un grandioso patán presumido!
Pasaron las horas. En su cabeza de madrugada, cuando casualmente solía llenarla de más porquería,  entró una repentina crisis existencial, el pobre pero no auto-compasivo muchacho no sabía que hacer consigo mismo, observó varias películas, en ese entonces estaba sentimentalmente sensible, ya que al verlas, le recordaron lo desesperado que se encontraba ya que no encontraba un mujer que podría encontrarlo a él, y a eso y a ese momento le dieron ganas de muchas emociones, de llorar, de gritar, de cantar, de enfurecerse, de saltar de alegría, de golpear el suelo con rabia, de convertirse también, en un hombre apuesto y educado para fantasear y enamorar en la fantasía a uno que otro amor platónico, actrices, modelos o alguna chica que aparecía en las imágenes del buscador predeterminado en su computadora portátil. Al regresar a tierra, ya se encontraba en el suelo de su baño, desesperado, lleno de nicotina y de crisis, se dio cuenta que la mejor manera y la peor forma era suicidándose, no estaba triste, de madrugada, cuando casualmente se encontraba irracionalmente alegre, pensó en alguna propia tragedia, como la de aquella chulada de porquería de la que tanto le gustaba hablar. Desaparecer de alguna forma, dejar de existir, dejar de saber de su vida y de su mundo, pero también descubrió que esto lo volvía aún más egoísta y soberbio, pero… también descubrió que no sería problema ya que siendo ya un egoísta y soberbio muchacho de diez y siete años, su estado actualmente era de… un estorbo.
Nunca perdió la autoestima. Se levantó del suelo en el que se encontraba (Física y mentalmente), cerró la puerta del baño lo más rápido posible para que el hedor tabaquero no se escapara, se cambió la ropa, sustituyendo los pantalones de mezclilla y su playera blanca, la que casualmente solía ponerse, por una playera de mangas largas y un pantalón corto de tela suave, su pijama temporal hasta que dormía semi-desnudo. En un solo momento, fantaseó miles de cosas, recordó miles de sabores y aromas, sintió nostalgia del amor de alguna mujer que nunca existió, escuchó decenas de sinfonías de varios compositores famosos, entre sus favoritos: Wagner, Mozart y  Beethoven; entre sus otros gustos: Karajan (Aunque en sus discos solo escuchaba previas y repetidas sinfonías) y Vivaldi.
Sufría de un casual y leve dolor de espalda, lo que le hacía mover frecuentemente, a su lado derecho estaba su buró, en él, un papel de baño para la madrugada, cuando casualmente solía sufrir de escurrimiento nasal, un libro, su cámara, sus cigarros, su teléfono móvil, su cartera entre otras cosas, como su lámpara, su indispensable lámpara. A su lado izquierdo, otro buró, en él, se encontraba un cajón del buró de su derecha, lleno de discos, éstos llenos de música, ordenados alfabéticamente, dos filas separadas por una hoja tamaño oficio rota y en ésta, estaban impresas alas de diferentes diseños, una fila extra para la música clásica y espacio de sobra para cajas sin disco, ediciones especiales y una cajetilla de cigarros usada para el cambio de las compras, cada letra tenía su separador, hechos con pedazos de hoja tamaño oficio, en éstos, estaban dibujadas las respectivas letras.
Dejaré de describir su entorno, ya que no tiene caso, el final al que quieres llegar leyendo éstas palabras no tiene caso tampoco. Tenía planeado dejar de existir, no porque odiara la vida, la amaba, tampoco porque se odiara a sí mismo, odiaba la idea de sí mismo, tampoco tenía baja autoestima, al contrario, simplemente no le gustaba su irracional alegría, la cual no se iba, por más que quisiera caer nuevamente en la depresión de años atrás…
No entendía su existencia, ¿Quién era?, ¿Quién es?, ¿Quién será?, ¿A qué venía a la vida?, ¿Tendría religión? ¿Tendría motivos para luchar por alguna causa personal o colectiva? ¿Sería parte de la coacción social aunque detestara ser parte de su sociedad popular?
No sabría explicarles quién era, tampoco quién es hoy en día, pues no tengo claro siquiera si en verdad existe, veía a la vida clara como un huevo, sin humor, no da risa, así la veía…
Era, o es… Existió o existe, no sé!
Depende del universo, no de mí escribiendo esto, no sé para que escribí esto en primer lugar, ¿Desahogo? Espera, ¿Qué hago aquí? …
¿Quién soy YO?
Un Muchacho de música clásica y del Mariachi, del tabaco y de su bandera, enamorado del amor y de obsesiones femeninas…
No quería tener nombre, por eso en sus textos, se refiere al autor así:
-Ceniza De Gardenia…

Buenas Noches…