18 feb 2017

Lo romántico ininteligible.

Hay un momento de la noche en el que el horizonte es iluminado con más fuerza que en el atardecer.
Pero eso lo percibe una paloma, fortuita la duda calcifica el principio de incertidumbre.
Hay un momento de la noche en el que el papel es una amenaza, la pluma es un castigo y los sueños son pecados cuando el tiempo juzga.

Hay un momento y en una detonación de chispa las palabras se vuelven contra ti.
El que era una caída libre entre un gorgoteo tangible de la contemplación, que abandonó la lucha, que desobedezca al pulso, que se levante.
El que recuerda, que disponga de espíritu guerrero;
en donde la palabra fue luz, que se escriba en la oscuridad.

Que se desplieguen las estrategias de lo simbólico, que tomen protesta del encuentro entre la incertidumbre y la arbitrariedad, el azar y el lenguaje; que sienta, cuando ataca la emoción del aire entre pupilas y sesgos de presencias, la marca de tu cómoda estancia al tanteo del daño del idioma.

Que no se dicten pesos sesgados, o entrópicos; que caigan letras del cielo. Que no exista proceso, sólo progreso; que la ley del loco mueva al hijo de un dios extasiado en su devenir de promesas murphianas. Que justificar la idiotez sea la metamorfosis de la idiotez hacia su contrario.

Nos alienamos de la impresión sensible, de la cordura del cuerpo que proviene de un saber y ese saber profana el valor de una esperanza que simula el paso del tiempo en una eternidad. 
El hombre que piensa pero siente solo cuando se le acaba el tiempo; no es el hombre de Altamira, pero quiere serlo...

No somos lo que hacemos. A veces somos más de lo que pensamos.