29 ago 2015

Extraterrestres.

Este maldito planeta tan bello. Somos una enfermedad que carcome el mundo como mueren las hojas después de ser arrancadas, y lentamente se pudren hasta volver al polvo. El ser humano, dentro de reconocerse como tal, también va perdiendo la esencia de su fortaleza como habitante. Tal vez al mundo le falta una pareja, un beso de otro mundo. Tal vez sólo así nos perdamos en el amor incondicional que nos regala la imaginación, tal vez no merezcamos el polvo de nuestros excesos... exceso de amor, de egoísmo, de filantropía, de abrazos, de palabras, de gente. Nos sobra lo que somos, lo que queremos representar; nos sobran los espejos, los peines, los zapatos. La vida no quiere nada de nosotros; nos separamos del ruido, nos perdimos como ladrillos en la melodía, nos alejamos del cosmos por delirios de grandeza que nos aislan a querer estar solos y a querer pensar que no lo estamos. Nos inventamos caminos y destinos para alimentar nuestra necesidad de urgencia, para corromperla después con el pretexto del progreso. Hemos resuelto los problemas que hemos provocado sin resolvernos a nosotros primero. Nunca dejaremos de crearnos martirios, tal vez hasta nuestra evolución, tal vez cuando se reduzca la población a los rebeldes; aquellos que vieron el fin de los tiempos, aquellos que sin moverse visitaron otros planetas y otras realidades... los locos que aprendieron de civilizaciones extraterrestres e intentan predicar la solución impensable, impensable por tener como medio la paz. No la paz, tal vez, de bandera blanca. La paz romántica, trágica, solemne y en soledad. Tal vez ya estamos condenados y la predestinación sí existe. Ojalá nos apartemos de nosotros mañana, para que hoy existamos como el reconocimiento a la especie que merecemos ser.

Érase una vez un ente galáctico. Y entre tantos enredos con la realización hedonista de la enseñanza a la multitud resplandeciente y secreta consigo misma nacieron los pequeños cosmos multicolores. No querían lo que hoy quieren, querían que los que querían quisieran querer lo que hoy se quiere, ¿o lo que quiere? ¿Y lo que quieres? Y las facetas humanistas no dejaron de expandirse y esa gigante roja, en la "grotesca parodia de sí misma", nunca se enfrió, y corrieron los filósofos del nuevo ojo paralelepípedo a buscar una forma de salvar la representación que se esculpía entre caracteres grices y destellantes, o grices o destellantes, o grices y/o nada. Los renglones rompieron filas, la ley se convirtió en juguete, los edificios en plastilina, los microbios en bloques reacomodables, las partículas en deseo, la literatura en soldado y el café en lágrima; pero el ladrillo rojo, como el libro, era mutante continuo, y se hacían polvo, o peldaño, o dulce, o el ladrillo palabra y la mezcla tinta. Entonces el ente galáctico fue un aviso que decía: "La Verdad os hará lo que se le pegue su chingada gana".

19 ago 2015

Bravura.

De la melodía a las flores, ¿habrá diferencia? Porque no siempre se camina sin pensar en los pies; y este lugar mantiene la vista corrompida por el llanto de las jambas y los zaguanes, puros de marca, que marcan el paisaje sin contaminar la mente con pensamientos secos.
Una contracorriente de viento parece mecer, con solemnidad la superficie de mi lóbulo frontal, como si mis neuronas fueran diminutas gotas de rocío saladas; pero las retinas buscan un castillo con expectativas rojas. Un momento dedicado a las velas carmín con faros de abrigo mojado, y una espuma amarga combina con encaje e -imperfecto- sobre las líneas que urgen alienarse, pero huyen del orden como rebeldes niños, castigando a sus padres.
No es un hotel cualquiera, pensé por un segundo que estaba experimentando uno de esos sueños pasajeros que se hospedan por una semana, máximo, en el descanso huérfano, justo en medio de su temprano despertar, y recuerda su nacimiento, y recuerda el cálido toque de las mantas de terciopelo barato sobre sus piernas infladas; imágenes, explota mi estómago, de un sobrenatural sosiego infame, cuyo perpetrador asesino asemeja zozobrar entre la penumbra del norte. A partir de Escocia.

¿Qué desmiembra la música del amargo calor, que convidan las notas miel del Abrojo? Porque cuentan historias; tal vez verdes en exceso y carentes de... todo lo demás.
Y el despliego de palabras anglosajonas inapetentes pudren el ámbito elegante, de aquellos que sirven lo que ellos toman; pero el carmín sigue encendido, y la lluvia baña los prejuicios como los Druidas cuidaron de la herencia secular.
No tengo más esmeradas neurosis para el estado airado de mi holgura, contrario al anterior rojizo ágape que compartía mi honor y mi festejo.
No más palabras rimbombantes, no más adorno. El lugar de mi bravura lo marca como marca la música mi desvelo, como marca la luna el nacimiento de la noche; y aquí estoy, tolerando por despecho el pasado que me esclaviza, la culpa de tenerlo todo sin haber sudado por dicha riqueza. Que me devore el sol, que me persigan los lobos, que me quemen los renglones que hoy escribo aunque no los merezca.

Hoy me nubla Edinburgo, hoy cosecha la penumbra; no estoy para nadie, porque hoy... soy el literato del diablo. Le ofrezco mis versos a la tenebrosidad del papel que me escucha. Hoy mi cuerpo piensa y mi mente siente.
¿Cuál es la brecha que separa el arpa del trago? Aquél trago floreciente de tinta sangrante. ¿Cuál es, pues, la diferencia entre lo que hoy imprimo en incongruencias y lo que bebo en amargas palabras inconscientes que hierven en ?
Un abrazo a mí mismo.