7 abr 2013

Como una canción.

¿Me equivoco? Tomaba café con popote, imprimía banderas de continentes, soldaba zapatos por las suelas,  las alfombras le quemaban los pies, veía televisión con máscaras, no le gustaban muchas luces de un solo color en un mismo espacio oscuro. Solía quebrar auras de un solo verso, siendo lesbiana, siendo misionera de la inquisición sexual, convirtiendo mentes cerradas para besar el cuerpo que las aprisionaba. Bebía cerveza de chocolate, la calentaba antes de colocarla en el congelador, escribía sus cuentos en el aire con el dedo y lo único que leía eran las miradas y las expresiones faciales. Nunca usó sandalias, pues su fetiche pagaba pensión, cobrando pudores, talando polvo crudo.

Alguna vez se desnudó en público y se masturbó con las flores de la plaza, se untó el lodo en su cuerpo y optó por seducir a la autoridad al arrestarla sin resistencia ni frustración. Después se acostó con su psiquiatra, se mudó al Distrito Federal, donde hay más gente, por lo tanto, más sexo.

La historia de aquella ninfómana es cerca mi tiempo en vida, hoy. Conocí a su novia chilanga, conocí el desvelo en su cama, conocí su cambio de lesbiana a bisexual al día siguiente, conocí su cambio de bisexual a pansexual y nunca me dijo por qué, pero regresaba de un rancho un domingo. Conocí su locura, sus celos y libertinajes, sus esculturas y sus pinturas y sus ecuaciones, su música y su silencio, nunca logró tener una voz fija, pues le parecía aburrida y fúnebre, prefería contradecirse, a veces hasta cada semana, de Sartre a Tomás de Aquino, de Nietzsche a Hermes, de Aristóteles a Cortázar, inclusive.

Recuerdo que se maquillaba con hojas de libreta, después dibujaba groserías preciosas en su pared con lápiz labial rojo antes de pintarse los labios y besar uno de sus vestidos blancos o sus faldas amarillas o verdes. Cuando se aburrió de vivir a base de noches; durmiendo con sus parejas sexuales, a veces la misma cada dos noches, a veces cada tres meses, a veces en tres meses no dormía con la misma; buscó un departamento en Coyoacán y me pidió que viviera con ella unos meses, y le enseñé a gustar de su sobre-humana habilidad de lectura, a la cual no hacía caso, me superaba por mucho y nunca quiso darse cuenta.

Si en algún momento desaparecía, buscaba la forma posible de evitar encontrarme consigo misma escribiendo o leyendo, poco, y sobre todo porque la espiaba para eso; la descubría en afrosines, la mayoría de las veces, tenía la esperanza de pillarla con Nietzsche, que era un sueño lejano, pero las esperanzas estaban esperando como cuervos en los cables de luz. Piedra por piedra, la vi surgir, besos a beso, ágathos de luz descrito con piel de niña mala.

Me acuerdo que me enamoré fumado por la ebriedad que viernes me permitió aistésis social.
Aquella de los popotes,
a la imaginación del lector
Así la recuerdo, no sé ustedes.

Recuerdo que se suicidó en aquél departamento, nunca me quiso decir por qué.

¿Por qué lo hizo?

1 comentario:

  1. Oh.. sí...
    ......................TÚ.
    ....Qué bello, qué bello..
    .....................................eres.

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