25 oct 2016

Discurso para el XXV Aniversario de Daniel y María Pedroza Tello.

Buenas noches. Me doy el permiso de hablar sobre las similitudes sentimentales que me conceden los lazos íntimos creados a partir de la esfera amigable y suelta, respecto a los verdaderos lazos profesionales que guardan, muy profundamente, el arte del progreso sociopolítico en nuestra sociedad; me doy el permiso de hablar sobre la conexión entre dos personas, representantes predilectos del arquetipo familiar mexicano. Hoy como todos los días celebramos la construcción de un esquema, que puedo llamar ideal, para la idiosincrasia potosina. Dejando a un lado las limitaciones de un síndrome, sobre una lectura, pues bajé a mi recámara precisamente a preparar este discurso. Voy a recalcar y voy a posicionar en un contraste sensible dicho esquema; para la incomodidad de los anfitriones, que perdurará como visión estratégica del método cultural potosino para la creación de los nuevos y grandes imaginantes nacionales. Celebramos la unificación de las ideas diversas, que confieren estereotipos más grandes que el contexto individual, independientemente de la misión vocacional, hoy bien establecida, de cada uno de los presentes. Celebramos en justicia plena emocional, una poesía.

Hoy quiero hablar de la poesía del hacer, del poder. Nos vemos inmersos en una actualidad más grande que nuestros objetivos principios y esto genera tensión.

Quiero hablar, más que del contexto; del amor. El amor, como todas las cosas, sigue reglas. Hablar de dichas reglas significa hablar de nuestras coincidencias, que bien podrían denominarse máximas en nuestro desarrollo tanto inter como intrapersonales, y que perdurarán como la premisa absoluta de la condición humana.

Hoy, con todo y el espectro autista que deja mi responsabilidad; de hijo, de ciudadano; me concedo mencionar la infinita gratitud y el eterno apego hacia dos seres. Menciono, porque lo demás, como todo código moral, es intrínseco a nuestros quehaceres utilitaristas. El amor, no es utilitarista. El amor es una responsabilidad y, como han dejado claro las personas, también es una disciplina.

Quiero hacer presente la tarea de Daniel y María Pedroza Tello, de poner en orden los claros lunares y vacíos solares que guardan los estragos mundanos del ir y venir idiosincrático.
Rompen leyes y paradigmas incondicionales.
Los he visto pelear y pelear contra supuestas peleas,
los he admirado andar entre tormentas quisquillosas
y los he visto correr entre calmas y dichas.
Los he visto reconocer y perpetrar patrones ajenos
patrones de lucha y descanso, y descansan al sudar.
Los he visto inertes en maderas de suplicio y metales de júbilo, joder, los he visto creerse mártires y los he visto mártires sin darse cuenta.

Los he visto secos en amargura y desalojo, y los he visto renacer, los vi fénix, a los dos, de cenizas que cualquiera llamaría cenizas absolutas.
Los vi, tanto dios como cuna diabólica y del diablo he visto menos mañas para el castigo; los vi y repetí, como canto, sus verdades cósmicas.

Que si hay un Dios, y lo hay, venga y como lluvia implemente ante todo ser pensante lo que Daniel y María me han dicho.

Que venga, porque viendo lo que son y lo que han construido, puede maravillarse y seguir creando ante inspiración solemne y bruta, como estrella polar conmemora saliente blanca y pura.

Doy una medalla, o la brindará dios, a quien con ese amor haya imaginado tal cosa, como los hijos guerreros ante alabada sociedad idiocrática, sin haber caído los prodigios en penas viciosas que hoy algazara la licencia recurrente al vacío monocromático de la juventud.

Hoy, festejo como oveja negra, pertenecer al rebaño de los cielos, que aunque con exultación llamen mentira los dueños de injurias hipócritas, carcomen con elocuencia a los enemigos de la evolución; que hoy, María y Daniel, con arte sublime de entre los fuegos, procuran su buenaventura hacia la máxima perpetua de los caballeros de la fe.

Soy testigo de la primera disciplina del lenguaje alquimista que gremial algarabía acentúa su propio imperativo: “obra siempre de tal manera que la máxima que gobierne tu acción, trate tanto en tu persona como al mundo entero siempre como fin en sí mismo, y nunca como medio.”


Muchas gracias.

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