13 oct 2015

La Nana.

Llamé por teléfono a la abuela Lucy, de apellido Cárdenas y Obviedo, gran señora de corazón inmenso y mente astuta, devota y paciente. Antes de que le preguntara algo importante, traté de grabar la conversación vía computadora portátil, que tiene un micrófono integrado que, papelito habla, graba el audio desde su aplicación; al parecer su micrófono es completamente inservible, ya que al momento de reproducir el archivo, no se escucha ningún sonido.

Sin embargo, para “evitar” este tipo de situaciones que rodean mi vida diaria y mi esencia como rodean las moscas los pedazos de mierda en cualquier parte del mundo, decidí intentar hacer algunas anotaciones. Cuando colgué, en efecto, sólo quedaron esos apuntes...

Lucía Cárdenas nace en la Ciudad de México en junio de 1934, justo cuando Lázaro Cárdenas entraba al poder. Su madre decía de Cárdenas “un sinvergüenza”, ya que al momento de expropiar el petróleo mexicano, el gobierno hizo una ‘colecta obligatoria’, subiendo los precios de todo lo que se consumía cotidianamente, que era principalmente del territorio mexicano (como la leche, que de costar 90 centavos llegó a venderse hasta los 2 pesos) y mandando a los federales a reclamar joyería y sumas de dinero a las señoras que cuidaban la casa. Sus padres le contaban sobre la revolución como una época traumática, siendo su familia de clase media (“no éramos ricos, pero no nos faltaba nada”), en la que pobres, federales y ‘Zapatistas’ robaban todo lo que tenían a su alcance. Al momento de escuchar balazos se escondían en sótanos, usados en aquél entonces como refugios. Le contaba su madre cómo una vez, al salir a la calma después de la tormenta, hallaron a su abuelo muerto, asesinado intentando defender la tienda de su hermana (Tía Abuela). Así pues tenían que esconder sus bienes materiales, sobre todo las tiendas que en aquél entonces vendían de todo, desde pan hasta monturas para caballo, ya se sabía que la revolución era inminente, y por eso llenaban estos refugios de provisiones, pues las balaceras se prolongaban durante días.

Fuera de eso, mi abuela tuvo una infancia bastante feliz. Entró a primaria en 1941 a la edad de 7 años, cuando no existía el ‘kínder’. Jugaban al aire libre y andaban en bicicleta. Los juegos eran “rudos” y se solía estar mucho en la calle. De la guerra se hablaba como suceso ajeno, se hablaba de cómo se hacía cada vez más violenta y que su punto de máxima agresión fue en 1943 cuando ella tenía 9 años y el final dos años después, a la edad de 11, con el estallido de la bomba atómica en 1945. En tiempo de Manuel Ávila Camacho se vivía bien, se creó el seguro social y no faltaba nada, se solía ir de paseo al Desierto de los Leones. Se decía que el verdadero gobernante era Maximino, hermano de Manuel, que había sido gobernador de Puebla. Mucha paz en el período de Miguel Alemán que vio una vez, mientras estaban “haciéndole valla”, saliendo de Palacio Nacional. Después se vinieron buenos tiempos con Adolfo Ruiz Cortines y se ayudó mucho a los niños. La mejor época fue la de Adolfo López Mateos, la más pacífica, en la que se repartieron libros y se trató de educar a la gente. Se frecuentaba el Jardín Cerveza Corona donde se organizaban las fiestas de Covadonga y los bailongos, las orquestas comenzaban a las 5pm en los restaurantes como el Randevú y la gente procuraba no desvelarse. Se podía salir del teatro y caminar por el centro sin ningún problema, aunque se hablaba de aquellos desaparecidos que preferían la vagancia que estudiar, y que terminaban en Cuba o Colombia… se realizaban “intercambios” de jóvenes y personas ociosas que nunca volvían a ver a sus familias.

Se hablaba del señor Ernesto P. Urchurtu, el verdadero responsable de que las olimpiadas se realizaran en México, amigo de López Mateos; fue rival de Luis Echeverría y terminó por agredirle tanto hasta sacarlo de la política e historia Mexicanas. Echeverría era un “colado” del PRI, él y Díaz Ordaz fueron los culpables de que México ‘se viniera pa’bajo’. Arruinaron a la juventud que intentaba ilustrarse, la misma que seguían las ideas “comunistas” de Uchurtu y López, los creadores de la CONASUPO que intentaba alimentar al pueblo. Creció un rencor contra el partido, que intentaba dominar al país “drogando a la juventud”, los “verdaderos feos” que querían apropiarse de la tierra. Se hablaba mucho de la señorita Serrano, que con sus tretas y escándalos le provocó una embolia a la primera dama. Echeverría se compara con el gobierno actual, ellos fueron los que crearon a los personajes como Marcos que “sólo alteraban… eran unos teatreros”. Se hablaba de la señorita Mata Hari y de cómo el presidente la “mandaba a llamar”, pero que todos sabían que “se la mandaban”. Fue una etapa de muchas guerrillas y muerte, tiempos de la 23 de septiembre donde “se mataba como lo hacen ahora”.


La Abuela no pierde la fe, ni en Dios, ni en su pueblo. “Somos capaces, pero no saben hacerlo en grande, tenemos que copiárselo a Europa pero es pura voluntad. México es Indígena, indestructible. De gente solidaria y trabajadora. Somos Guadalupanos, y aunque digan que no existe, que la pintó no sé quién… ella está ahí. El Ser Supremo existe, lo vemos en los espejos, no en la iglesia, lo vemos en nuestras manos que crean y construyen, en la mano del pueblo.” Lucía deja bien claro que el verdadero Pueblo Mexicano, el de Sangre Invencible, la Verdadera Revolución que no le hace a jueguitos políticos, sigue vivo y en pie de lucha… desde sus casas, sus changarros, su siembra, su ganado, su tierra. Hoy no se les pone buena cara a los jóvenes en busca de Patria, la sociedad la colocó en el mundo de la moda, del signo, de la realidad con exceso de realidad. Se quiere hacer transparente a la Patria, explicarla, convertirla en significante… incluso inventarle un manual de uso. Muchos, como la Nana Tello, saben que la Patria es parte del Alma, que aviva el espíritu y que con amarla incondicionalmente es suficiente. Se relaciona a la Patria con la situación del país, pero es ahí cuando caemos en el error de la politización, de lenguaje, de la cristalización de las opiniones vacías… en las que no cabe Patria. México sigue vivo, en espera de la reencarnación de los fantasmas revolucionarios. La Nana sabe que no se necesitan símbolos. Vivimos en un falso simulacro de cambio. Hay que triunfar para nuestros padres y para nuestros hijos, así se cambia México. Hay que “sacar la casta, como decía tu Abuelo”, así se cambia México. “No se trata de una izquierda o una derecha, ni de firmas ni de papeles, nadien puede hacer cambiar si nomás se siguen las reglas, pero si nadien sigue las reglas… pos tampoco,  ¿Verdá mijo?”

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