20 oct 2015

El Ocaso de los Frívolos.


Dos entes, uno llamado Adolfo, otro llamado Adolfo. Para distinguirse uno del otro, el segundo Adolfo se quedó con el apodo del primero, “Dofo”. Conversación que parecería habitual, pero 20 años antes y en espasmos o momentos que podrían expandirse en un sinfín de teorías sobre temporalidad y espacialidad como uno solo. 20 años antes que es ahora, el tiempo no se dobla, no se unifica, simplemente simulan una realidad, la realidad de Adolfo y Dofo, la realidad sin exceso de realidad y por lo tanto llena de excedentes. Era una mesa metálica, de esas que habitan en un ecosistema comúnmente llamado “Casa de los Abuelos”, hecha a base de formas curvas, pintadas de blanco. Por supuesto que nunca hubo en casa de sus abuelos mesa así, pero sí de los abuelos de su primo, los suegros de su tía fallecida. No era cerveza, pero actuaba como tal, digamos que era cerveza, adaptando la existencia de la cerveza como la existencia pura de la existencia-objeto, cada trago es una infinidad de preguntas y esto es lo que los diferencia principalmente: Adolfo elige cierta sección de preguntas y mediante al lenguaje hablado las responde, Dofo elige otra sección de preguntas para el mismo proceso.

-Todo se resume al ser, ser o esencia, eso que probablemente quieras explicarlo como la ‘nada’ entre nuestros átomos, el alma, el espíritu frágil. ¿Quieres ser extremista religioso? Adelante. ¿Quieres ser hippie o nómada? Adelante. ¿Quieres luchar constantemente contra ti mismo? Adelante. Siempre hay que tener un objetivo, una meta, porque estás vivo. No puedes ir por ahí buscando más preguntas para entender la existencia si no te das una existencia primero.

-Tal vez para entender la existencia debas separarte de la existencia, dejar de existir sin dejar de ver, como dice Baudrillard.

-Todo lo que acabas de leer porque te lo dejaron de tarea lo adoptas como conocimiento adquirido a voluntad y te obsesionas con el tema por un período de tiempo. Ya se te pasará, aunque es bueno que incluso lo menciones, no encaja en este momento.

-Claro que encaja, todo encaja, es un huracán de palabras. La maldición del hombre es que nunca podrá desentender una palabra para conformarse con el sinsentido de su producto final, nunca podrá tomar palabras como simples estructuras palpables, siempre les dará un significado, inconscientemente, no está leyendo una palabra, está inevitablemente haciendo lectura del significado que se acomode al contexto general del significante. Así pues, destino se convierte es una puta bisexual y sin pasado, destino es un disparo en la oscuridad, destino como cuenta atrás interminable.

-¿Destino como propio? ¿Destino, nacer, destino, morir, destino? Si seguimos así terminaremos por odiar toda palabra en el lenguaje de todas las especies del universo….

-Terminaremos como YA odiamos toda palabra en el lenguaje de todas las especies del universo…
Enciende un cigarro, bebe un trago, se acomoda en el asiento.
-… podríamos ver toda palabra como una ecuación matemática, pero nos aburriríamos, no por explicar por fin al lenguaje como principio filosófico, sino porque el resultado que de no nos va a gustar. Destino y se manifiestan un billón de soldados temerosos para morir simulando su heroísmo.

-Para eso el objetivo de tu vida, aquello que sueñas, aquello que anhelas con todas tus fuerzas, aquello que supere cualquier otra cosa, incluyendo el lenguaje, incluyendo la ciencia, incluyendo el arte.

-Pues ya sabes qué es lo que quiero…

-Pero, ¿lo querrás para siempre aunque lo tengas?

-Cuando lo tenga no me importará más el pasado, ni el futuro que será lo mismo, lo querré para siempre porque siempre lo he querido. Cuando lo tenga habré muerto, la buena muerte, si no lo obtengo moriré, la mala muerte, la muerte normal.

-Muerte normal para ti es mala muerte…
-(Interrumpiendo) Para nosotros…
-…y la buena muerte es seguir viviendo.

En la pausa, durante dos segundos, cae una tormenta furiosa, destruye algunas flores y tumba algunos árboles con todo y raíz. Las flores lentamente vuelven a crecer; pero los árboles, los que no se destruyeron por ser más fuertes, se quedan en el suelo, con la raíz al descubierto, y comienzan el proceso de descomposición.

-Exacto…
Ambos se limpian, notan la destrucción a su alrededor y se disponen a abrir otra cerveza cada uno y a encender un cigarrillo cada uno, en cada posición reacomodada, en cada lado de la mesa.
-… porque vivir es una joda, por eso morir es descansar, pero la buena muerte, para nosotros, significaría lograr obtener lo que más queremos para por fin vivir, osease reencarnar en vida, morir por matarnos para nacer otra vez en otro espacio, toda esa nada entre átomos se reemplaza, toda la nada entre átomos son partículas sin descubrir.

-Hay que levantar esos árboles.

-Bueno fuera que se levantaran solos…

-Bueno fuera que no fueras tan huevón… no consideras ese deseo, el deseo está en querer jodidamente levantarte y jodidamente acercarte al árbol para jodidamente levantar el árbol… levantar el árbol es la joda más grande, un espacio-tiempo intermedio, la ruptura entre lo que fue y lo que es ahora, para que al momento de volver a enterrar la raíz ya no sea jodidamente regresar a tu asiento y para que ya no sea jodidamente volver a sentarte...
Se miraron fijamente, fumaron de sus cigarrillos y uno de ellos, el huevón de ellos, bebió un trago de su cerveza, pero el otro no. El otro le siguió mirando fijamente, esperando, sumergiéndose hasta el fondo de la desesperación en los segundos en los que el otro terminaba de beber. Un reto, una provocación violenta hasta recaer en la indiferencia. Caer en la desesperación, recaer en la indiferencia.
-...Jodidos los círculos viciosos en los que te encanta someterte…

-Jodida tu vida por no matarme.

-Ah, pero te excitan los jodidos retos…

-Es parte de hacerse más fuerte…

-¡ES UN MALDITO FETICHE INÚTIL, CABRÓN! ¡¿De qué carajos te sirve si te haces fuerte para no avanzar!? Repasas el método una y otra vez para creer que serás parte de una Técnica universal de autodescubrimiento cuyo avance teleológico es volver a empezar, pero nunca empiezas nada.

-La Paradoja de Dofo.

El silencio fue aterrador. Existe una regla entre ambos, impuesta por quién sabe qué, un electrón en el que está prohibido identificarse abiertamente… sobre todo si uno se identifica ante el otro en voz alta. Era un crimen, deberían ser uno solo, pero no se puede definir en su imaginación… uno era espacio y el otro tiempo, uno era protón y el otro era neutrón.

-Párate… a… levantar… el árbol.

-Se levantarán solos…

-Estarán podridos entonces…

-Estaremos podridos nosotros entonces… ¿ves? No hay de qué ocuparse, a veces es mejor preocuparse.

Se miraron de nuevo, esta vez resistiendo la risa de la ironía, una broma tan en serio que les enchinaba la piel, pero sabían que significaba no darle tiempo a la comedia para existir, a ambos les encanta burlarse de las tragedias inmediatamente y en silencio… era algo que ninguno podía negar.

-Entonces son varios.

-No, es uno solo, pero sin él no habrá más árboles.

-Entiendo, pasamos del rojo al azul, doblamos el-
-(Interrumpiendo abruptamente) NO, lo digerimos, es nuestro, somos él.

Las flores comenzaban a madurar. Había hiedra venenosa creciendo alrededor del árbol caído. Uno se levantó, arrancó las hiedras, algunas desde la raíz, otras desde el tallo. Puso sus manos bajo el árbol para levantarlo y sintió una fuerte presión en la espalda. Retiró las manos y regresó a su asiento.

-Te lo dije.

-Tal vez si ambos…

-Y recobramos lo nuestro.
Dijo en tono exagerado, imitando aquella broma tan en serio que les enchinaba la piel.

-Y aseguramos que nunca vuelva a caerse.

Se levantaron al mismo tiempo, justo cuando otra tormenta agresiva cayera de golpe en el jardín. Esta vez duró mucho más, y arrancaba pedacitos de la casa, un terremoto, meteoritos, apocalipsis total y fatal…

Se seguían viendo, inamovibles por la tormenta hasta que uno de ellos comenzó a sentir una presión en la espalda, al mismo tiempo el otro daba un paso en dirección al árbol. El otro comenzaba a flexionar las rodillas. Los pasos eran tan pesados, que con cada uno ejecutado con éxito, el otro dejaba salir un grito de dolor.

-¿Qué importa más entonces? Yo, aquél que te complació, que te llenó de placer y pensamiento… o un árbol que bien podría desaparecer simplemente y ambos seguiríamos vivos. Aquél árbol significa mudarse por completo…

-Vivir en él, ser parte de él, cuidarlo porque decido cuidarme, porque es nuestro sueño. El árbol siempre fue el objetivo, el árbol siempre fue lo que somos.

-El árbol jodidamente tirado, no puedes levantarlo sin mí.

-No, y mientras descubra la forma de levantarlo solo… no dejaré que se pudra. La tormenta mojará las raíces, la tormenta arrancará toda la hiedra venenosa, la tormenta destino.

-Dame una buena muerte entonces…

-Sigues vivo porque ya no te daré círculos viciosos, amigo. Buena muerte, buena suerte.

-¿Así termina?

-Nunca debió empezar.

-¿Nunca debió como inevitable?

-Nunca debió, por lo tanto inevitable.

Apocalipsis en su máximo esplendor. Uno llegaba al árbol, el otro se aferraba a la vida, tal vez siendo lo más humano como nunca fue, dejando de ser amo porque el otro, el esclavo, aprendió a separarse de su instinto adoptándolo.

-¡Tú te separaste de la existencia! ¿Cómo puedo dejar de existir si sigues contradiciéndote?

-Me separé de la existencia, sí, pero nunca tuve intenciones de entenderla, mucho menos explicarla… ¡Me separé de la existencia para vivir! Y soy noble al darte la oportunidad de entender esto antes de que te vayas. Soy generoso, porque te absuelvo de la maldición del lenguaje, ya no importa nada, solo este árbol.

-Entonces… Ojalá nunca volvamos a vernos.


-No nos volveremos a ver, Dofo… Nunca más.

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