17 may 2013

Tornado en la Garganta.

Texto cooperativo por Nadia Laura Campirano y un servidor.


Nadia Campirano:
Incendió el mar desde lo más profundo de su ser. Sacó su maleta, llenándola de sonrisas caducadas y sin más ni menos, se fue.
La puerta se escuchó como un signo de interrogación al momento en que ella la cerró. El vacío de su alma se llenó de nada... dejándola caminar SOLA por los fríos pasillos de la incertidumbre mientras recorría la cuidad repleta de gente. Se sentía sola entre la multitud. Nadie se acercaba a preguntar sobre la rabia que apuñalaba a su corazón. No necesitaba más que una transfusión inmediata de dulzura...
Golpeaba su cabeza contra su corazón, cual Pájaro Loco, moldeando el mundo como debería ser. Pero no es como dicho propósito, como tampoco el corazón.

Caudillo de Sueños:
Remarcaba imaginarias estaciones planetarias con sus pies al tocar, cual campana, con sus sólidos pasos. El aire la sofocaba y se reproducían canciones alegóricas alrededor de sus neuronas. Miraba hacia un cielo invisible, bloqueando la tinta del cuento melódico… 
Un minuto de centellas para destruir augurios predestinados al calor del sol. ¿Búsqueda de perturbadas salidas al éter emocional?
Y un café de nostalgia mantuvo cerca la respuesta del desvío, con lo que tenía en el bolsillo y dispuesta a más y más dispuesta que su piel a conseguir ese placer de aroma cálido.

Pasaron millones de años luz por su mente, en Mercurio pasaba un segundo. Tomó una decisión,  comenzó el largo camino de vuelta al nido. Sus pensamientos iban construyendo su fantasía. Cuando llegó, se quedó estancada frente a un enorme jardín, en donde algún día de antaño había construido pirámides egipcias de inocencia. Construyó pirámides que, tarde o temprano, serían metamorfosis de madurez.
Entró sin avisar, con aquella llave alérgica de olvido manchada de soledad y antipatía. Se percibía un fuerte aroma de abandono. Al momento de sentir la brisa acrónica, representando su entrada al lugar. Ni siquiera saludó a su madre, que dormida formaba una especie de estatua plácidamente descansada en el sillón del olvido. Su sentir le impedía adular cualquier recuerdo pasado dentro de aquél sector. Subió a lo que solía ser su firmamento, donde cantaba sin cesar al caer la noche, cuando su alma tenía magia. Todo eso se marchitó. Se sentó en aquella silla diabética y descolorida que sonrió al verla llegar. Cerró sus ojos visualizando al universo y comenzó a escuchar las estrellas caídas... relativo a los suspiros que forman los pulmones.

Una inquietud interna le atormentaba como augurios de fantasmas diabólicos, no lograba distraerse. Se preguntó mares de posibles causas. Hambrienta de respuestas que interrogaban como los dibujos en sus manos, secando aquella superación a la necesidad de sustancias, quería algo, cualquier objeto capaz de ser consumido. Anhelaba la inconsciencia, el placer de los suplicios tortuosos, el camino orgásmico de piedras ardientes, el sueño más dulce en una cama de clavos… deseaba con pureza la parálisis complaciente y perfecta. 
Sentía alienígenas ganas de provocarse un llanto estrecho, cálido de sorpresas, pensaba con gritos una plegaria de sepulcro, rogando un ataúd para sus entrañas claustrofóbicas. Quería una lucha por el encierro de su libertad.
Víctima del perpetuo sufrimiento, aquél eterno deseo de brevedad…

Gritó en silencio, desatando el tornado que suplía su garganta. Su madre llegó enseguida y sin pensarlo mucho la abrazó, sus brazos empapados de ternura suponían ser una pomada contra la desilusión...
Como era de esperarse, calmó el dolor momentáneamente, pero un momento después comenzó a desesperar, cogió sin pensar una botella de Tequila y bebió desérticamente su desdicha, gota por gota. Su madre la observó sin vocablo alguno. Se estremecieron al ser embestidas por un sonido impertinente. -"¡Contesta!" Ordenó el tormento con patas, mientras su madre se desplazaba rápidamente de un polo a otro dentro de la habitación, tropezándose con castillos de ilusiones de la pequeña niña inocente que en su momento vivió feliz, visualizando su futuro que era casi completamente opuesto a la realidad.
Entre sus pensamientos ahogados en alcohol, recordó a su padre....

Se recostó con dulce calma en su memoria, cerró los ojos, y se dejó llevar por el trance. Murallas de desahogo, contando las nubes en Júpiter, desvelando entre volcanes. Decidió entonces perderse en sí misma y revolcarse promiscua con sus sueños… que ahora despertaban tan lúcidos como sus frustraciones.
Durmió internada en la procreación de aquél romance centinela de pocilgas cínicas… y despertó para dibujar sangre en su garganta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario