6 dic 2012

Sobre Caucho.


Ya tenía el anillo debajo de la cama y la cena lista, se dirigía en su Ford Fusion a obtener una docena de rosas. Pensaba en lo afortunado que era; había terminado su doctorado hace dos meses, había ya comprado un departamento cerca de la playa, habían ya pasado dos años con su pareja y era inmensamente feliz. Ella era arquitecta, bondadosa, trabajadora y preciosa.

En el espejo del amplio ascensor se ajustó la corbata y revisó su peinado, respiró para calmar los nervios y procuró tener el ramo recto y la ausencia de espinas en las flores. Se abrieron las puertas, salió enérgico y dio vuelta a la derecha, caminó diez y seis pasos en línea recta, dio vuelta una vez más a la derecha y caminó otros seis. Se encontró con la puerta número 523 a su izquierda, buscó una llave entre muchas otras, la reconoció y entró.

Estaba nervioso, verificó que la carne estuviera fresca y el vino a buena temperatura. Algo vibró en su bolsillo derecho y pegó un brinco inocente para después contestarle a su futura prometida tartamudeando su respiración balbuceando algunas palabras, colgó y corrió al baño para evitar cualquier mínimo detalle que faltase en su presentación y apariencia. Al oír el timbre su rostro se tornó pálido y sus manos resbalosas. Saludó temblando un beso y esperó a que los pies de su amada traspasaran el marco de la puerta y al cerrarla cambió su color facial a un tono rojizo y pegó sus brazos al cuerpo, elevándose a momentos con la punta de sus pies.

Fue todo un caballero, ya sentado habló con seguridad y confianza, no despegaba la mirada de aquellos ojos femeninos, no perdía la ocasión para asegurarse de que no faltara nada en la mesa y en la comodidad de la dama, escuchó con exquisita atención y comió con extrema educación. Cuando se acabó el primer Tempranillo Rioja se frotó la servilleta de tela sobre su limpia y paranoica boca y la dejó a un lado del plato, pidió disculpas y paciencia. Corrió a su dormitorio y desesperado tanteó el suelo debajo de su cama para reincorporarse con una sonrisa bien marcada y regresó a no estar solo.  Explicó su extraño y reciente comportamiento como introducción, después una sincera confesión de sentimientos. Él sentía su corazón en éxtasis y su cerebro embriagado de euforia…

Alzaba la palma de su mano derecha antes de que se diera cuenta que había cenado carne enlatada y que el último abrazo haya sido una melancólica despedida de su madre. Subió la mirada hacia los pies descalzos de su compañero de litera y se acostumbraba al molesto ruido de botas corriendo sobre el piso de madera y de gritos corriendo por el pasillo. Se sentó en la cama como todos los demás e hizo un intento por despertar y aclarar su percepción. Lo zarandearon y al sentir el frío del polvo del suelo se puso de pie y se lanzó contra su deber. Había puesto ayer sus botas bajo la cama, procuró la presencia de su uniforme listo a un lado de la ventana. Se vistió apresurado y se dirigió a la puerta del edificio, donde obtuvo lo necesario para asegurar sus pertenencias y contó una docena para estar más tranquilo. Tomó con fuerza los tubos de seguridad del vehículo y comenzó respirar el amanecer, hacía frío.

16-Fusión 6, 16-Fusión 6…” Decía la radio. Ocho por motor, 15 motores, una patria. Se cruzaban la vista entre los compañeros de la unidad, sonreían. Comenzaron a cantar, “México lindo y querido, si me toca cerca de aquí, que digan que estaba dormido, soñando morir junto a ti…” Sintió como caía el aire sobre la carretera en menos de un segundo y un zumbido en el oído interno. En reflejo saltó al pavimento y se arrastró hacia debajo del blindaje, uno, dos, tres hombres no lo hicieron.  Notó tres camionetas en la cima de una loma y un refugio debajo de ella, de alejó de una fuga de combustible y movió las piernas como lo había aprendido. Saltó para besar la tierra con sus rodillas e identificó 6 siluetas iluminando el alba y apuntó. Doce balas y un solo grito de guerra. Posición rígida y enemigos marcados con furia para distinguir entre lo que debe y lo que teme. Doce disparos, 6 cadáveres, un herido. Al llegar el coronel lo motivó a levantarse pero solo rugía en sinfonía con diciembre, al calmarlo, lo recostaron sobre la llanta del vehículo enemigo, despedazado. Un cabo sacó rápido un botiquín de primeros auxilios de su mochila y al intentar frenar la hemorragia el herido alejó la caja blanca y metálica con un suave movimiento de su brazo izquierdo, pidiéndole que ahorrara el medicamento.

Le preguntó el objetivo de su petición, el Soldado le dijo que una de las balas perforó la vena cava y que no había forma de sobrevivir, su último deseo era hacer realidad un sueño...

De su rifle cayeron seis narcotraficantes, sin ellos, tumbarían de una vez el teatrito de la Operación  San Luis, con el objetivo de recuperar la plaza y seguir vendiendo coca y marihuana a los perdidos jóvenes ignorantes y estúpidos, resentidos con la humanidad. Afligidos por una ambigüedad...

“Dame una bandera” le dijo al cabo que entendía y obedecía con expresión solemne.
La tomó con fuerza, la besó con sus lágrimas y la abrazó con su sangre…

México…” Le dijo al cielo con el llanto sobre el caucho perforado por una de sus balas, después regresó el rostro y acercó el escudo a su boca, que se esforzaba por el último aliento, “Lindo y querido… Si muero cerca de ti, que digan que ya he cumplido, el querer vivir junto a ti…” Lanzó un augurio, calló y después grito con orgullo el fin de su vida. Al rodearse por los gritos conmovedores de su pelotón, abrazó la tela contra su alma, leal, valiente, enamorada… “Cásate conmigo…”

Epitafio: “Antes de cerrar los ojos por última vez, quiso que su Coronel se asegurara de que partiera con una buena sonrisa atada al rostro, y que se recordaran sus palabras: Morir por tus seres queridos. DAR LA VIDA POR TU PATRIA.”

El soldado fue enterrado como todos los demás, su familia lloró como las de todos los demás, y discretamente como todos los demás, fue enterrado con La Bandera de su amada Patria pegada al pecho… México.

…No recuerden donde fue que fallecí…
…Recuerden, más bien, donde fue que nací…

Cenizas de Caudillo - Las hojas muerden secas aunque estén en tu propio jardín.
Caudillo de Sueños - Antes de una taza fría, sírveles su propia propina.
Sueños de Gardenia - Si un girasol en mi jardín no encuentra luz, incendiaré las montañas,,, y haré que el planeta gire en busca de fuego...

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