19 ago 2015

Bravura.

De la melodía a las flores, ¿habrá diferencia? Porque no siempre se camina sin pensar en los pies; y este lugar mantiene la vista corrompida por el llanto de las jambas y los zaguanes, puros de marca, que marcan el paisaje sin contaminar la mente con pensamientos secos.
Una contracorriente de viento parece mecer, con solemnidad la superficie de mi lóbulo frontal, como si mis neuronas fueran diminutas gotas de rocío saladas; pero las retinas buscan un castillo con expectativas rojas. Un momento dedicado a las velas carmín con faros de abrigo mojado, y una espuma amarga combina con encaje e -imperfecto- sobre las líneas que urgen alienarse, pero huyen del orden como rebeldes niños, castigando a sus padres.
No es un hotel cualquiera, pensé por un segundo que estaba experimentando uno de esos sueños pasajeros que se hospedan por una semana, máximo, en el descanso huérfano, justo en medio de su temprano despertar, y recuerda su nacimiento, y recuerda el cálido toque de las mantas de terciopelo barato sobre sus piernas infladas; imágenes, explota mi estómago, de un sobrenatural sosiego infame, cuyo perpetrador asesino asemeja zozobrar entre la penumbra del norte. A partir de Escocia.

¿Qué desmiembra la música del amargo calor, que convidan las notas miel del Abrojo? Porque cuentan historias; tal vez verdes en exceso y carentes de... todo lo demás.
Y el despliego de palabras anglosajonas inapetentes pudren el ámbito elegante, de aquellos que sirven lo que ellos toman; pero el carmín sigue encendido, y la lluvia baña los prejuicios como los Druidas cuidaron de la herencia secular.
No tengo más esmeradas neurosis para el estado airado de mi holgura, contrario al anterior rojizo ágape que compartía mi honor y mi festejo.
No más palabras rimbombantes, no más adorno. El lugar de mi bravura lo marca como marca la música mi desvelo, como marca la luna el nacimiento de la noche; y aquí estoy, tolerando por despecho el pasado que me esclaviza, la culpa de tenerlo todo sin haber sudado por dicha riqueza. Que me devore el sol, que me persigan los lobos, que me quemen los renglones que hoy escribo aunque no los merezca.

Hoy me nubla Edinburgo, hoy cosecha la penumbra; no estoy para nadie, porque hoy... soy el literato del diablo. Le ofrezco mis versos a la tenebrosidad del papel que me escucha. Hoy mi cuerpo piensa y mi mente siente.
¿Cuál es la brecha que separa el arpa del trago? Aquél trago floreciente de tinta sangrante. ¿Cuál es, pues, la diferencia entre lo que hoy imprimo en incongruencias y lo que bebo en amargas palabras inconscientes que hierven en ?
Un abrazo a mí mismo.

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