10 mar 2014

Pliegos Funerarios.

Imaginen una historia de la que yo podría contarles lo nunca imaginado.


En un cuarto de servilletas que no sirven porque se mantienen limpias, el jugo agonizante de puertas aisladas, en un suelo que sirve porque se mantiene sucio.
No suelo alucinar por nada, en el interior se despedazan cuerpos humanos, se disfruta la sangre y se queman los labios pero se procura la lengua y el delirio.
A veces soy humo que por Lucifer inhala la bestia en sus rituales sagrados, a veces soy el esperma de Dios en sus orgías bestiales.
He inventado el infierno nevado, siendo ajenjo delicado entre las nubes.

Soy tinta de aquél invierno orgásmico, y el sueño bebió lo que se ocultaba en mis raíces.

Soy de negra espesura y clara verdad, que no ve por sí mismo sino por mí.
Soy aquél sentado en la cama mientras redacta mioclonía en el escritorio.
Aquella rueda estática e inquieta, temblorosa esférica y temerosa en hipercubos.
Soy aquél mundo brana… y tu búsqueda.

Me aconseja un sacerdote, crianza de los que caen, que los caídos nacieron así.
Posiblemente tenga como apellido automedicamento de raza oscura y lúgubre alegría.
Solemne…

En una silla de púrpura filamento, descansé demencia y antítesis.
Soy la sombra que lleva cuenta de tus reproches…

Imaginen una historia de la que yo podría contarles el final que nunca terminó de contarse.

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