18 dic 2012

Las Sombras del Tiempo.

Siendo apenas un niño, decidió partir a un viaje en el cual no tenía la más mínima idea que involucrara el retorno. Se dedicó a dedicar palabras que idealmente cambiarían al mundo al tocar el sentimiento del deber siendo así la primera canción de su querer a la bandera.

Hablaba en convicciones reversibles en su fuego, luchaba contra dragones de cristal, asumía poder hecho agua y corría entre pabellones malinterpretados. Aseguraba plantíos con cenizas de martirios y asesinaba memorias de luces estupefacientes. Maldecía las banalidades extrañas con sueños de groserías navegantes. 

Partió con ideales futuras, conoció el rencor pretérito y el sentir a lo imperativo. Extrañó el alba, decía que extrañaba el frío y los pasos del día.  Era solitario en su glifos amorosos y virtuoso en su ser dionisiaco.

Dejó al tiempo peinarse el desenredo. Enseñaba las celebraciones vacías del viento. Un día, amarró los años con los musicales del alma. Durmió con brujas eternas y traspasó los planetas de calles mentirosas. Abrió las llaves de la noche lejana. Dentro del juramento atardecido, con el bien del comprendimiento, marcó las cruces del llanto.

El mal lo prefirió y él prefirió la soledad y el olvido sufrido. Amó el adiós policíaco. Derritió el negro del revivir, acarició el aire del perder, nadó en la luna del mar, perdió el rincón prendido en brillo. 
Solía pensar solo, ahora mantiene miradas derrotadas de cortesía, con gracias de intimidad de dulzura. Hizo posible el aprovechar momentáneamente el usted pagando locuras del corazón.

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