Admito que pude haber tomado mejores decisiones; pero ¿cómo iba a dejar que profanaran mi mundo interno?
Cuando
las palabras no me afectaban, eran golpes. Aunque en la guerra todos nos
ensuciamos las manos; más de una vez creí medir, premeditar, las represalias
para que fuesen los últimos golpes. No lograba dominar mi propia integridad.
Quizás, tratándose de mi cuerpo, mis defensas eran mediocres; si hubiera el
enemigo enfocado sus ataques a alguien más, hubiera regresado el golpe con más
fuerza.
Y con más razón, siendo mi propia familia, incluso al defender mi vida frenaba
los puños.
Al
recuperar mi fuerza y mi poder, miro hacia abajo y sigo viendo a mi familia...
hecha pedazos. Sin poder lamer sus heridas, pues son mi pertenencia sus manos y
su lengua. Sus pies y sus ojos, sus sueños y su vida. No quiero eso, prefiero
lo mío y lo que soy. ¿Cómo llegamos hasta aquí?
¿Acaso
sólo las almas que padecen ceguera; aquellas que no han visto su propósito
compuesto, el fulminante hecho de la trascendencia; cosechan poder de otras
almas?
¿Cuánto miedo hay que tenerle a la muerte para robarle vida a los demás?
Mientras
duermo, las vidas que se desenlazan en un infinito de soluciones pragmáticas
encuentran resultados-destino más parecidos a las pesadillas que antes
consideraba sueños.
La
violencia, fuerza bruta, la inteligencia de la estrategia bélica para desarmar
y neutralizar amenazas tan simples como cualquier matón. Desde el primer golpe
hasta la secuela que produce un saber adquirido de la experiencia. el rostro
reconfigurado de mi enemigo, una máscara que esconde a mi propia familia.
Mi
sangre, el reto.
Mi sangre, la conquista, la amenaza, la hostilidad.
Mi
sangre, contra mi instinto de supervivencia primitivo. Mi impulso por matar,
defenderme, matar...
matar o morir, matar o morir, matar o
morir.
La
inquisición, la censura, la urgencia por el dominio.
Mi
sangre, mi familia,
mi
tormento.
Fuiste
un tropiezo para el cuerpo nuevo,
una gran lección para el alma vieja.
Hoy
entiendo algo más importante que todo lo que llegues a lograr en vida.
Cualquier
meta alcanzada, propósito realizado, serán sólo parte de un curso de colisión
hacia el olvido.
Más
valor tiene lo que he aprendido que cualquier acción que realices el resto de
tu vida.
Y ni un millón de aplausos se comparan con la celebración que llevo dentro por
haberte arrancado de la mía.
Es
un lujo no saber de ti.
Podrías
morir mañana y contrario al pesar volaría con las alas que me crecerían; pero
las alas ya las tengo. No tengo porqué esperar. Miro al cielo y sé que ahí
jamás podrás estar, y urge que las nubes me toquen. Sólo me falta despegar.
Gracias a ti, ya no le tengo
miedo a mi propio reflejo.
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