Buenas noches. Me doy el permiso
de hablar sobre las similitudes sentimentales que me conceden los lazos íntimos
creados a partir de la esfera amigable y suelta, respecto a los verdaderos
lazos profesionales que guardan, muy profundamente, el arte del progreso
sociopolítico en nuestra sociedad; me doy el permiso de hablar sobre la
conexión entre dos personas, representantes predilectos del arquetipo familiar
mexicano. Hoy como todos los días celebramos la construcción de un esquema, que
puedo llamar ideal, para la idiosincrasia potosina. Dejando a un lado las
limitaciones de un síndrome, sobre una lectura, pues bajé a mi recámara
precisamente a preparar este discurso. Voy a recalcar y voy a posicionar en un
contraste sensible dicho esquema; para la incomodidad de los anfitriones, que
perdurará como visión estratégica del método cultural potosino para la creación
de los nuevos y grandes imaginantes nacionales. Celebramos la unificación de
las ideas diversas, que confieren estereotipos más grandes que el contexto
individual, independientemente de la misión vocacional, hoy bien establecida,
de cada uno de los presentes. Celebramos en justicia plena emocional, una
poesía.
Hoy quiero hablar de la poesía
del hacer, del poder. Nos vemos inmersos en una actualidad más grande que
nuestros objetivos principios y esto genera tensión.
Quiero hablar, más que del
contexto; del amor. El amor, como todas las cosas, sigue reglas. Hablar de
dichas reglas significa hablar de nuestras coincidencias, que bien podrían
denominarse máximas en nuestro desarrollo tanto inter como intrapersonales, y que
perdurarán como la premisa absoluta de la condición humana.
Hoy, con todo y el espectro
autista que deja mi responsabilidad; de hijo, de ciudadano; me concedo
mencionar la infinita gratitud y el eterno apego hacia dos seres. Menciono,
porque lo demás, como todo código moral, es intrínseco a nuestros quehaceres
utilitaristas. El amor, no es utilitarista. El amor es una responsabilidad y,
como han dejado claro las personas, también es una disciplina.
Quiero hacer presente la tarea de Daniel y María Pedroza
Tello, de poner en orden los claros lunares y vacíos solares que guardan los
estragos mundanos del ir y venir idiosincrático.
Rompen leyes y paradigmas incondicionales.
Los he visto pelear y pelear contra supuestas peleas,
los he admirado andar entre tormentas quisquillosas
y los he visto correr entre calmas y dichas.
Los he visto reconocer y perpetrar patrones ajenos
patrones de lucha y descanso, y descansan al sudar.
Los he visto inertes en maderas de suplicio y metales de júbilo, joder, los he visto creerse mártires y los he visto mártires sin darse cuenta.
Rompen leyes y paradigmas incondicionales.
Los he visto pelear y pelear contra supuestas peleas,
los he admirado andar entre tormentas quisquillosas
y los he visto correr entre calmas y dichas.
Los he visto reconocer y perpetrar patrones ajenos
patrones de lucha y descanso, y descansan al sudar.
Los he visto inertes en maderas de suplicio y metales de júbilo, joder, los he visto creerse mártires y los he visto mártires sin darse cuenta.
Los he visto secos en amargura y desalojo, y los he visto
renacer, los vi fénix, a los dos, de cenizas que cualquiera llamaría cenizas
absolutas.
Los vi, tanto dios como cuna diabólica y del diablo he visto menos mañas para el castigo; los vi y repetí, como canto, sus verdades cósmicas.
Los vi, tanto dios como cuna diabólica y del diablo he visto menos mañas para el castigo; los vi y repetí, como canto, sus verdades cósmicas.
Que si hay un Dios, y lo hay, venga y como lluvia implemente
ante todo ser pensante lo que Daniel y María me han dicho.
Que venga, porque viendo lo que
son y lo que han construido, puede maravillarse y seguir creando ante
inspiración solemne y bruta, como estrella polar conmemora saliente blanca y
pura.
Doy una medalla, o la brindará
dios, a quien con ese amor haya imaginado tal cosa, como los hijos guerreros
ante alabada sociedad idiocrática, sin haber caído los prodigios en penas
viciosas que hoy algazara la licencia recurrente al vacío monocromático de la
juventud.
Hoy, festejo como oveja negra,
pertenecer al rebaño de los cielos, que aunque con exultación llamen mentira
los dueños de injurias hipócritas, carcomen con elocuencia a los enemigos de la
evolución; que hoy, María y Daniel, con arte sublime de entre los fuegos,
procuran su buenaventura hacia la máxima perpetua de los caballeros de la fe.
Soy testigo de la primera
disciplina del lenguaje alquimista que gremial algarabía acentúa su propio
imperativo: “obra siempre de tal manera que la máxima que gobierne tu acción,
trate tanto en tu persona como al mundo entero siempre como fin en sí mismo, y
nunca como medio.”
Muchas gracias.
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