Llamé por teléfono a la abuela Lucy, de apellido Cárdenas y Obviedo, gran señora de corazón inmenso y mente astuta, devota y paciente. Antes
de que le preguntara algo importante, traté de grabar la conversación vía
computadora portátil, que tiene un micrófono integrado que, papelito habla, graba el
audio desde su aplicación; al parecer su micrófono es completamente inservible,
ya que al momento de reproducir el archivo, no se escucha ningún sonido.
Sin embargo, para “evitar” este tipo de situaciones que
rodean mi vida diaria y mi esencia como rodean las moscas los pedazos de mierda
en cualquier parte del mundo, decidí intentar hacer algunas anotaciones. Cuando colgué, en efecto, sólo quedaron esos apuntes...
Lucía Cárdenas nace en la Ciudad de México en junio de 1934,
justo cuando Lázaro Cárdenas entraba al poder. Su madre decía de Cárdenas “un
sinvergüenza”, ya que al momento de expropiar el petróleo mexicano, el gobierno
hizo una ‘colecta obligatoria’, subiendo los precios de todo lo que se consumía
cotidianamente, que era principalmente del territorio mexicano (como la leche,
que de costar 90 centavos llegó a venderse hasta los 2 pesos) y
mandando a los federales a reclamar joyería y sumas de dinero a las señoras que
cuidaban la casa. Sus padres le contaban sobre la revolución como una época
traumática, siendo su familia de clase media (“no éramos ricos, pero no nos
faltaba nada”), en la que pobres, federales y ‘Zapatistas’ robaban todo lo que
tenían a su alcance. Al momento de escuchar balazos se escondían en sótanos,
usados en aquél entonces como refugios. Le contaba su madre cómo una vez, al
salir a la calma después de la tormenta, hallaron a su abuelo muerto, asesinado
intentando defender la tienda de su hermana (Tía Abuela). Así pues tenían que
esconder sus bienes materiales, sobre todo las tiendas que en aquél entonces
vendían de todo, desde pan hasta monturas para caballo, ya se sabía que la
revolución era inminente, y por eso llenaban estos refugios de provisiones,
pues las balaceras se prolongaban durante días.
Fuera de eso, mi
abuela tuvo una infancia bastante feliz. Entró a primaria en 1941 a la edad de
7 años, cuando no existía el ‘kínder’. Jugaban al aire libre y andaban en
bicicleta. Los juegos eran “rudos” y se solía estar mucho en la calle. De la
guerra se hablaba como suceso ajeno, se hablaba de cómo se hacía cada
vez más violenta y que su punto de máxima agresión fue en 1943 cuando ella
tenía 9 años y el final dos años después, a la edad de 11, con el
estallido de la bomba atómica en 1945. En tiempo de Manuel Ávila Camacho se
vivía bien, se creó el seguro social y no faltaba nada, se solía ir de paseo al
Desierto de los Leones. Se decía que el verdadero gobernante era Maximino,
hermano de Manuel, que había sido gobernador de Puebla. Mucha paz en el período
de Miguel Alemán que vio una vez, mientras estaban “haciéndole valla”, saliendo
de Palacio Nacional. Después se vinieron buenos tiempos con Adolfo Ruiz
Cortines y se ayudó mucho a los niños. La mejor época fue la de Adolfo López
Mateos, la más pacífica, en la que se repartieron libros y se trató de educar a
la gente. Se frecuentaba el Jardín Cerveza Corona donde se organizaban las fiestas
de Covadonga y los bailongos, las orquestas comenzaban a las 5pm en los
restaurantes como el Randevú y la gente procuraba no desvelarse. Se podía salir
del teatro y caminar por el centro sin ningún problema, aunque se hablaba de
aquellos desaparecidos que preferían la vagancia que estudiar, y que terminaban
en Cuba o Colombia…
se realizaban “intercambios” de jóvenes y personas ociosas que nunca volvían a
ver a sus familias.
Se hablaba del señor
Ernesto P. Urchurtu, el verdadero responsable de que las olimpiadas se
realizaran en México, amigo de López Mateos; fue rival de Luis Echeverría y
terminó por agredirle tanto hasta sacarlo de la política e historia Mexicanas.
Echeverría era un “colado” del PRI, él y Díaz Ordaz fueron los culpables de que
México ‘se viniera pa’bajo’. Arruinaron a la juventud que intentaba ilustrarse,
la misma que seguían las ideas “comunistas” de Uchurtu y López, los creadores
de la CONASUPO que intentaba alimentar al pueblo. Creció un rencor contra el
partido, que intentaba dominar al país “drogando a la juventud”, los “verdaderos
feos” que querían apropiarse de la tierra. Se hablaba mucho de la señorita
Serrano, que con sus tretas y escándalos le provocó una embolia a la primera
dama. Echeverría se compara con el gobierno actual, ellos fueron los que
crearon a los personajes como Marcos que “sólo alteraban… eran unos teatreros”.
Se hablaba de la señorita Mata Hari y de cómo el presidente la “mandaba a
llamar”, pero que todos sabían que “se la mandaban”. Fue una etapa de muchas
guerrillas y muerte, tiempos de la 23 de septiembre donde “se mataba como lo
hacen ahora”.
La Abuela no pierde la fe, ni en Dios, ni en su pueblo. “Somos
capaces, pero no saben hacerlo en grande, tenemos que copiárselo a Europa pero
es pura voluntad. México es Indígena, indestructible. De gente solidaria y
trabajadora. Somos Guadalupanos, y aunque digan que no existe, que la pintó no sé
quién… ella está ahí. El Ser Supremo existe, lo vemos en los espejos, no en la
iglesia, lo vemos en nuestras manos que crean y construyen, en la mano del
pueblo.” Lucía deja bien claro que el verdadero Pueblo Mexicano, el de Sangre
Invencible, la Verdadera Revolución que no le hace a jueguitos políticos, sigue
vivo y en pie de lucha… desde sus casas, sus changarros, su siembra, su ganado,
su tierra. Hoy no se les pone buena cara a los jóvenes en busca de Patria, la
sociedad la colocó en el mundo de la moda, del signo, de la realidad con exceso
de realidad. Se quiere hacer transparente a la Patria, explicarla, convertirla
en significante… incluso inventarle un manual de uso. Muchos, como la Nana
Tello, saben que la Patria es parte del Alma, que aviva el espíritu y que con
amarla incondicionalmente es suficiente. Se relaciona a la Patria con la
situación del país, pero es ahí cuando caemos en el error de la politización,
de lenguaje, de la cristalización de las opiniones vacías… en las que no cabe
Patria. México sigue vivo, en espera de la reencarnación de los fantasmas
revolucionarios. La Nana sabe que no se necesitan símbolos. Vivimos en un falso
simulacro de cambio. Hay que triunfar para nuestros padres y para nuestros
hijos, así se cambia México. Hay que “sacar la casta, como decía tu Abuelo”,
así se cambia México. “No se trata de una izquierda o una derecha, ni de firmas
ni de papeles, nadien puede hacer
cambiar si nomás se siguen las reglas, pero si nadien sigue las reglas… pos tampoco, ¿Verdá mijo?”
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