Te he visto en los espejos.
Caminando sobre las oraciones, de pie frente a los umbrales.
Te he visto pisar fuerte, padeciendo del aire dorado.
Haciendo formas con el humo, figuras curvas con profundidad de viento; te he curado, alimentado de verdad, te he recordado del cuarto sin luces, empañado con azúcar de tus propios ojos, quemado con mi sonrisa.
Te he esperado con tinta en la lengua; restringida de tu calma, desesperada de tu palidez, llamada con autoflagelaciones. Te he perdido en mis sábanas; escurrida entre mis dolores, clavada en mis pasiones, puesta en sombra ante mis heridas. Te he ayudado, sobre todo, a escapar de las manchas ruidosas.
Encontrada en un piano que celebraba la fiesta fúnebre de los ángeles sin esperanza, buscada por el pensamiento prisionero entre pasos alienados; te brindé frío, oscuridad, libertad y libertinaje; te brindé desahogo, blasfemias jamás contadas, besos de perfume, números exquisitos, tonos de negro no imaginados, el devenir de sangre y llanto...
Te he salpicado con mis secretos homicidas, ¿y así me lo pagas? No te creo, no creo que te siga imaginando.
Porque te he existido,
Existe amor mío... existe.
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