Como si nos hubiera visto nacer la verdad y el milagro; así, sin poder engañarnos,
sin alcanzar la imposibilidad del engaño recíproco. Sobra el silencio.
¡Qué verdad y qué milagro es aquél sarcófago de mentiras que nos puso nombre!
Y yo voy y regreso,
y tú te quedas y, a veces, vienes.
Mi cuerda floja y tu cuerda floja y el balance sobre el agua donde gozamos cobijo.
y en el cobijo nos conocimos.
Sin pretender
que sabíamos más de la otredad
y no de la definición
que te compone y que me compone.
Y por eso, en el espejo y en el misticismo
el reflejo de nuestras miradas parece rebotar infinitas veces entre la inminencia de
una fuerza sobrenatural. Pues hoy parece ser
la fuerza sobrenatural que nos hizo enfrentarnos...
... con miedos. Con heridas. Con sueños; así, sin saber lo que buscamos, nos encontramos.
Y parece que abrimos las puertas
de un cofre que guarda lo que queremos mañana.
Y lo volvemos a guardar antes de dormir. Y cada mañana cambia.
Y mientras está cerrado, nos observamos.
Y nos besamos.
Y nos acariciamos,
Y mientras parpadean esos segundos, todo,
absolutamente todo está
absolutamente tranquilo.
Pero
no nos fugamos en el beso y
no nos fugamos en la caricia y
no nos fugamos en los ojos que observamos.
No estamos huyendo. No nos gusta huir.
Enfrentamos este nuevo reto del Misterio
de la Incertidumbre
y de lo Impredecible
que se ha convertido nuestra sanación
que no tiene final.
Ha encontrado comienzos. Volver a empezar
Volver a empezar y
Volver a empezar sin saber
Que... quizás los comienzos terminan.
Concuerdo contigo. No hay que vernos. y
Concuerdo contigo. Vamos a vernos y
Difiero con lo que he hecho; ¡No sé lo que quiero!
Difiero con lo que he dicho; ¡Sé lo que quiero!
En la espiral que nos define como personas... y nuestra identidad;
descubres una mano que nos eleva. Remolino que
infinitamente llega al centro, infinitamente
infinitamente hemos estado en el centro.
Oscilatoriamente, avanzas en el aire, entre lo que no sabemos que pasará detrás de nuestros párpados.
Y mientras tu cabello va formando un signo de interrogación y
mientras mis manos exclaman una oración de agradecimiento a través de
la pura presencia
de tu aliento...
... se corrompen mis demonios para rebelarse contra sí mismos.
Me empujan a dejarte ir todas las noches, antes de dormir.
Y despierto con el miedo de que esa mañana no podré dejarte ir.
Y debo.
Para seguir viviendo el regalo más grandioso que me puede dar la otredad, después de mí;
una aventura. Desaparece el miedo.
Porque al dejarte ir, y si salgo victorioso de ese día lleno de certeza, al despertar volveré a conocerte.